sábado, 1 de marzo de 2014

LA CONFIANZA



Lo prioritario es la confianza, sin ese ingrediente la receta social no sirve. Toda nuestra existencia gira en torno a los sentimientos de confianza o desconfianza en los demás... Y en nosotros mismos. La solidez de la pareja, de la relación comercial, del grupo de amigos, del equipo de trabajo, de las asociaciones y organizaciones, del partido político y del conjunto de la sociedad se basa, en gran medida, en la confianza que existe entre sus miembros. En el éxito de un grupo juega un papel fundamental la fuerza de la unión de sus componentes, y esta unión es, sobre todo, producto de la confianza.

Para sobrevivir como especie, el ser humano tuvo que aprender a confiar en el otro. Cuando el homínido dejó el árbol y se adentró en un medio desconocido y lleno de peligros encontró en el grupo la forma de no perecer. El vínculo social explica nuestro desarrollo, y esa unión se fundamenta en la mutua confianza. Confiamos en los amigos, que sabemos que están ahí para las duras y las maduras. Si se trata de una relación amorosa, el acuerdo sentimental implica la mutua entrega. El enamorado repite frases llenas de generosidad: ‘todo lo tuyo es mío’, ‘somos uno’, ‘te doy mi corazón’. Por eso, la infidelidad, el engaño en general, suele doler tanto, porque se ha faltado en lo más profundo. Y volver a restablecer el vínculo de la confianza es difícil: hay roto algo que se suele considerar fundamental. Las relaciones comerciales también se basan en una confianza no defraudada. El buen comerciante lo sabe: un cliente descontento es un cliente perdido y además difundirá su malestar. A medio y largo plazo el engaño significa fracaso, la fidelidad del cliente llega cuando se satisfacen sus necesidades. Si se mantiene su confianza el negocio está asegurado. En la ventita de toda la vida se fiaba al vecino porque se sabía que en cuanto pudiese saldaría su deuda. La palabra era sagrada, era el mayor compromiso, el prestigio social del individuo estaba comprometido. En la actualidad la única opción que el sistema admite es el préstamo y este se apoya en un aval (en una nómina, en unas propiedades o en el respaldo del capital). Además, la entidad financiera siempre cobra unos intereses; nada se fía, no hay confianza, el préstamo cuesta.

Por otro lado, cuando una población no confía en sus instituciones y en sus políticos, la Democracia se tambalea. El sistema entra también en crisis profunda cuando los ciudadanos asumen que la justicia no es igual para todos, cuando consideran que no todos tienen igualdad de oportunidades y, además perciben que los dirigentes se preocupan de sus intereses particulares y de partido y no de procurar el bienestar general. La desconfianza en el pueblo vecino provoca que los países se armen, y cuanto más se arma un ejército más se arma el contrario. Además junto a la carrera por acumular más armas que el otro, se incrementa el miedo y el odio. Ejemplos hay a montones a lo largo de la historia.

Además, nuestra biografía nos condiciona. Las experiencias anteriores hacen que estemos confiados o que, por el contrario, seamos recelosos. Cuando iniciamos una relación interpersonal no partimos de cero, el pasado nos influye. El que ha sido engañado anteriormente se acercará al otro con temor, quien ha vivido la honestidad establecerá relaciones más generosas... La confianza se gana poco a poco y se pierde con rapidez, y cuando se ha roto es difícil que todo vuelva a ser igual. La falta de lealtad y el individualismo egoísta deterioran las relaciones humanas y consiguen que la vida en sociedad se vuelva más triste y dura. Sería deseable que no se convierta en un signo de estos tiempos.



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