sábado, 29 de marzo de 2014

KING KONG Y LOS SACRIFICIOS



Los monstruos clásicos de la literatura no producen terror, más bien nos despiertan un sentimiento de lástima. Pero hay seres humanos que, de manera voluntaria o inconscientemente, se convierten en monstruos de insensibilidad  e indiferencia: A esos son a los que de verdad hay que temer. Según nos ilustra la cinematografía, a King Kong se le sacrificaban doncellas para aplacar no tanto su lujuria -que quedaba descartada por una simple cuestión volumétrica- sino su furia injustificada, ya que nadie tenía la culpa de que hubiese nacido gorila y además un gigante obligado a la soltería a pesar de sus inclinaciones románticas, más propias de un oso panda que de un bicho que al fin y al cabo se comía crudas a las vírgenes después de juguetear un poco con ellas. Hubiera sido interesante conocer el diagnóstico de Sigmund Freud sobre los mecanismos mentales de la bestia.

Nuestros gobernantes, aun sin tener más parentesco con King Kong que el que explicó en su momento Darwin, también nos piden sacrificios, pero con la particularidad de que lo hacen una vez que nos los han impuesto, lo que le otorga un agradable matiz de  retórica ornamental. Puede pensarse que un gobierno que defiende las virtudes del capitalismo lo que menos debe hacer es pedir a la gente que se sacrifique, ya que lo suyo se sustenta en el afán de guiar al pueblo elegido al paraíso terrenal del libre consumo, la libre especulación, la libre desigualdad y el despido libre. El sistema en que vivimos es así, a saber la razón por la que algunos se quejan de falta de libertades... Se entiende que el gobierno cubano, por ejemplo, lleve más de medio siglo imponiendo sacrificios a sus gobernados en aras de una utopía un tanto postergada y cada día más imprecisa, pero es que las utopías presentan ese inconveniente: que aparte de no alcanzarse nunca, acaban teniendo más importancia que la realidad, considerada a fin de cuentas como un mero trámite para llegar al fin último de la sociedad utópica. 

Supongo que estarán de acuerdo conmigo en que elevar el capitalismo a rango de utopía sería pecar por elevación, ya que al capitalismo le vienen grandes los futuros: le sirve cualquier presente para afianzarse, incluido, por supuesto, los presentes más críticos, los más míseros, los que se parecen muchísimo al pasado. ‘Sacrifíquense ahora, que dentro de poco vendrá lo bueno’, vienen a decirnos nuestros gobernantes, promotores de la vía ascética para alcanzar el éxtasis capitalista, que imagina uno que consistirá en pasar de la cola del paro a la posesión de una SICAV. ‘Ya hemos salvado la prima de riesgo. Ahora toca salvar a las personas’, nos consolaba hace poco el nunca decepcionante González Pons. Y eso ya casi puede considerarse magia: la salvación de una entelequia a costa de una inmolación aproximadamente colectiva.


Por lo demás, King Kong cometió el error de enamorarse de la rubia exótica, acostumbrado como estaba a las indígenas de piel cobriza y aquello acabó costándole la vida, pero esa sería otra historia. En la que concierne a los temas sociales, los errores por ahora pueden ser corregidos... Otra cosa es que la Bestia que ha crecido tanto en los últimos años pueda ser derrotada porque va a costar mucho devolverla a ese lugar desde donde nunca debía haber salido. Eso denlo por descontado.




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