Por mucho que se empeñen en
vender una idea, si no comulga con nuestro concepto de justicia, jamás deberíamos
aceptar ser incluidos en el lote. Nunca comulgaré con ruedas de molino porque
un determinado régimen político en un principio se autocalifique con un
concepto de sociedad cercano a mis postulados. Las palabras pueden ser armas
cargadas de mentiras, los hechos no. Por lo tanto, hace mucho tiempo ya que
tomé la decisión de no permitirle a nadie controlar ni lo que pienso ni lo que
soy capaz de decir o hacer. No soy una marca a disposición de los mercados
financieros y el infausto sistema que sostienen, pero aunque alguno ya esté
pensando en calificarme como traidor, no soy domable y critico por igual las
barbaridades cometidas por una izquierda que ni siquiera sabe reconocerse a sí
misma, perdido el rumbo al alcanzar el puesto de mando en la nave de un país. No
me vale un régimen que habla del pueblo, pero actúa como si los ciudadanos no
existieran o se ha olvidado de lo que significan los derechos humanos, los
únicos pilares donde puede sostenerse un régimen político decente. La razón es
bien sencilla: los dueños de las formas políticas nada pueden con las potencias
espirituales y el individuo mantiene su derecho inalienable a la libertad por
mucho que se la mermen por una cuestión que incluso llega ser definida como
estratégica. El individuo aislado es más importante que un partido, que un
ejército, que cualquier usura impuesta por un gobernante. No vale inventar
enemigos poderosos para justificar nada que no sea justificable por sí mismo.
La democracia es la manera en que
tiene un pueblo de no ser esclavizado y éste tiene todo el derecho a defender
esa bandera en las instituciones y en la calle, más aún si lo hace de forma
pacífica. La democracia se ha interpretado de muy diversas maneras, pero en
último término se simboliza en el pensamiento y el acto libre de cada ser
humano. Un determinado sistema político no tiene ningún derecho a colocarse
frente a nadie con la excusa de defenderle y mucho menos cuando se dedica a
vender humo para que exista una élite que se reitere a sí misma en los
discursos mientras la represión es el único pan que brota del horno ideológico
que lo sostiene... Las ideas están al servicio de la gente, no pueden colocarse
por encima, ni mucho menos en contra.
El poder, sea del signo que
sea, se vuelve putrefacción cuando los que lo ejercen dejan de pensar como ciudadanos
del común para, en aras de una supuesta avanzadilla ideológica, poner en
práctica en la realidad del día a día la funesta justificación de que el fin
justifica los medios. Los medios son un fin en sí mismos, lo que se pudre
durante el camino no llega a meta alguna. Todos los que caen con la palabra
libertad grabada a fuego en el corazón son nuestros, los verdaderamente nuestros,
los que no han admitido ser comprados. Son anónimos, es cierto. Pero se mueven
en ese silencio que jamás podrá ser controlado… Más poderoso que un partido,
que un ejército o que cualquier usura impuesta por unos traidores. Se
califiquen a sí mismos como de izquierdas o de derechas, los fascistas pueden
vestirse de una amplia gama de colores y utilizar una gran variedad de
máscaras. Ya sea en Venezuela, en Uganda, en España, en Ucrania o en Palestina:
Las víctimas siempre acaban por ser las mismas. Son las mías, en ellas me
reconozco...
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