La falda mejor muy corta
y que aflore la feminidad
que no ha de ser escondida
para sacar los colores
para sacar los colores
a cada vuelco de caderas,
y acelerar pulsaciones
ante el soplo de una brisa.
Mejor la falda muy corta,
cual se mira pero no se toca
que como letras de imprenta
atraviesan recalcitrantes
un sensual imán de piernas
dádivas de apasionada suerte
en la incógnita de escudriñar
lo que de facto se esconde.
La falda mejor corta y desafiante
como un homenaje a los ojos
para hacerles la vida más bella
y precediendo tal vez la osadía
de cierta mano pidiendo paso
rendida a la suprema expresión
entre unos muslos palpitada
de unos dedos que escarben
en el loco azar de la excitación.
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