martes, 28 de enero de 2014

PASAR EL CONTROL


Al llegar al arco detector,
empezó a vaciarse los bolsillos:
Primero apareció aquél niño
vagamente atónito
de las fotografías oxidadas.
Luego varios amasijos de ilusiones
y las llaves carcomidas
de alguna ignota cerradura
que ya no sabía situar.

Instantes después
salió una mujer del bolsillo
más cercano al corazón,
algo que ya no recordaba
siquiera que estuviese allí.
También fue depositando
como restos de un naufragio,
la tarjeta sanitaria,
las ambiciones profesionales
y unas gafas para leer la vida
que nunca supo limpiar bien.

 A esas alturas del control
ya lucía casi desnudo.
Sólo le quedaba la urgencia
súbitamente articulada
de sacudirse en sí mismo
aquello en que se había convertido.
Y contempló asombrado
el resultado final diseminado
sobre la bandeja de objetos
que no podían seguir el viaje.
Y allí quedó todo confiscado
con el carné de esa identidad falsa

que no necesitaría nunca más.




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