lunes, 23 de diciembre de 2013

REGALO DE NAVIDAD



Resulta inquietante comprender cómo se entrelazan a veces las historias que tienen que ver con la vida y la muerte, dando razón a los que argumentan lo estrechamente relacionados que están la una y la otra. Lo mismo les sucede a los protagonistas que intervienen en ellas, quizás sea precisamente eso a lo que llamamos destino... Yo lo he comprobado en carne propia y desde entonces no dejo de pensar en ello. A punto de celebrar el primer aniversario, hoy lo cuento para dar un soplo de esperanza a los que, por una u otra causa, la hayan perdido.

La cadena de acontecimientos comenzó a causa de una copa de más. Quizás fuera la última antes de volver a casa del trabajo, un chupito de despedida de la fiesta con los compañeros del trabajo que no sé muy bien la razón, me imagino de vodka-pomelo. Ese regusto se me ha quedado en la boca después de imaginarlo de mil formas y sabores diferentes: Un chupito que retrasó unas décimas de segundo el tiempo de frenada y ocasionó el drama. Es algo que he leído. Dicen los especialistas en temas de tráfico  que cada grado de más, es un segundo de menos en el tiempo de reacción y una cuestión tan simple como unas décimas en el reloj te puede costar la vida. Parece que aún no se había independizado, lo que indica su juventud y me imagino a  los padres esperándolo para la cena de navidad.  Y a su hermana desolada cuando escuchó por teléfono la noticia. Me pregunto cómo será el aniversario de esa familia, tan diferente del mío... Ojalá pudiera conocerlos, probablemente les serviría de consuelo, pero es imposible.

Unas cuantas sillas quedaron vacías en las cenas  de aquella noche sólo por un chupito de más. Suelo pensar también en el cirujano. Por la hora en que lo llamaron seguro que estaría en medio de la celebración, justo en el momento en que acababa el consomé y le servían el cordero. Me imagino el pitido del busca sonando al ritmo de las luces de colores del árbol en el salón... Y salir hacia el hospital a toda prisa porque su deber de médico está por encima del que le corresponde como marido, hijo, padre o yerno. No una, sino cuatro personas salieron de casa esa noche embutidas en un solo cuerpo camino del quirófano con un trozo de pan en el boca, para cambiarme la existencia porque el aviso significaba que habían encontrado un donante y el corazón ya estaba en camino.


A mí también me llamaron, como era de esperar. Y yo tampoco cené. Esa Nochebuena y unos cuantos días más los pasé sedado, conectado a las máquinas y lleno de costuras tras las que alojaron con mimo aquél trocito de fuerza envuelto en sangre y con un sabor a vodka-caramelo que desde ese momento no me ha abandonado. Es posible que sea producto de la imaginación, he de reconocerlo... Pero qué más da: Me encanta y jamás olvidaré que es parte consustancial del mejor regalo de Navidad que nadie haya podido recibir nunca.



No hay comentarios: