Aunque intenten
vetarnos el futuro
hay que vivir instantes
de marítima libertad.
Llevados por el oleaje
de nuestras inquietudes,
por los últimos ecos
del tiempo sobre la piel,
estamos obligados
a abrir la mirada.
Y si es necesario,
que las sombras se quiebren
para que, sacudidas
por la violencia del choque
irrumpan los deseos
y los ánimos se desaten.
Sólo así nacerá algo
que pueda valer la pena
cada día y la represión
no será más que letras
arrastradas unas hacia otras
por la magia de un aguacero
absolutamente necesario
para limpiarnos
de telarañas los ojos.
Algo ha de quebrarse
para que algo abra
por fin sus labios al viento,
a los vendavales que surcan
en silencio la tarde.
Algo ha de vibrar
entre las cataratas de cada día:
Unas palabras y sus mil sentidos
un murmullo que haga
honor a nuestro nombre
y de significado al derecho
que nos asiste a ser felices.
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