sábado, 19 de octubre de 2013

SE COMPRA ORO



Se compran anillos,
da igual si de desposado
o viuda de soledad íntima  
con vistas a un recuerdo
que palidece en el tiempo.
Se compra la medalla
del triunfo aquél celebrado
sobre el podio de lo fugaz
para perderlo luego
en el del hartazgo y la noche.
Se compra el colgante
heredado tras el último
suspiro de una abuela,
extraviada previamente
en el abismo cruel
de la memoria destruida.
Se compra la diadema
que ayudó a moldear
una hermosa cabellera,
escalando sosegada
por entre los hombros
de una mujer amada.
Se compra estilográfica
que delineara letras de tinta
sobre algún diario íntimo
y el contrato de la hipoteca.
Se compran pulseras
que encarcelaron manos
como grilletes de un amor
envenenado que sólo deja
rastros de dolor y venganza.
Se compra el relicario
con mechones de lluvia,
testigo mudo o delator
de apetitos desbocados
o simientes de ternura.
Se compra, en fin,
el diente dorado que irradió
una sonrisa carcomida
por la caries de la pena
y el más triste abandono.
Tiendas donde se compra oro
como símbolo del despojo
de un concepto social
que palidece y se evapora
amparando un paisaje

de abatimiento y ruina.



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