miércoles, 7 de agosto de 2013

CALOR


En la canícula
lo vivo está inmóvil,
los pájaros prefieren
no volar y la piel
es roída por el aire
como un barco
roza el con muelle
al que está amarrado.

Los árboles
se dan la espalda,
el calor es medido
gota a gota,
se condensa la luz
y se derrite el lenguaje
con sonidos muertos
en el tiempo.

Los colores arden,
todo parece
darse la vuelta,
bajamos la vista
y el mundo se recoge
en los brazos del silencio:
Sólo el mar nos salva
con su jugosa llamada.




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