Ya dijo Julio Anguita desde un
primer momento tras el accidente del tren de Santiago que el tema de las
catástrofes era una cuestión política: Porque lo ha sido apostar por la alta
velocidad y lo es recortar en lo público. También lo son los despidos y ERE's
en RENFE. O insinuar que detrás del descarrilamiento podrían estar ETA o
Resistencia Galega. Y que el tramo de la vía en el que el tren ha descarrilado
fuera construido por una empresa que ha hecho donaciones en B al Partido
Popular y aparece en los papeles de Bárcenas.
Lo es asimismo que se haya
reducido en un 70% el gasto en RENFE destinado a mantenimiento. Y que se
penalice económicamente a los conductores de AVE que llegan tarde a su destino
(o tengan primas por llegar antes que es lo mismo). O el lamentable espectáculo
del presidente de gobierno que padecemos copiando un comunicado del terremoto en
China para mostrar su pesar tras el accidente.
En sentido contrario, también es
política (y de la mejor) la que habla de solidaridad y entrega, con los
bomberos en huelga interrumpiéndola para sumarse a los efectivos de rescate, que
los médicos en paro despedidos por la Xunta Galega acudan a ayudar y que una
masa ingente de ciudadanos haya colapsado los servicios de donación de sangre.
Las crónicas en este sentido son lo más emocionante que haya llegado a nuestros
sentidos en mucho tiempo...
Pero al fin y al cabo todo pasará
con el tiempo y volveremos a lo mismo mientras los afectados rumiarán su pena
sumidos en el olvido: Seguiremos asumiendo que la política es votar cada cuatro
años como robots y a sentirnos protagonistas durante las respectivas campañas
electorales. Por lo demás, ya se comienzan a lanzar desde los pulpitos
mediáticos el mensaje de que la izquierda politiza las tragedias. La cuestión
está en que el no querer politizar la catástrofe y negarse a pedir
responsabilidades, también es hacer política. Mirar hacia otro lado ante la
injusticia es el mayor ejercicio de política de baja estofa. Pero claro, luego
los que lo politizan todo son otros.
El hecho de que se trate del
mismo gobierno que hablaba de unos 'hilillos de plastilina' cuando el Prestige,
que nos metió en una guerra basada en mentiras, que hace declaraciones de
prensa desde una tele de plasma, que ha pagado los abogados del caso
Yakolev 42 con dinero negro y se encuentra enfangado en múltiples casos de
corrupción, debería ponernos en alerta... Pero no, la mayoría cree en el azar,
de la misma forma que se deja convencer con aquello de que los comunistas les
van a quitar la casa, aunque luego quien se la apropia sea el banco
capitalista.
Después la gente se sorprende
cuando hay un reportaje televisivo sobre el accidente del metro de Valencia, se
publica el desánimo en que se encuentran los afectados del terremoto en Lorca o
se comenta el abandono en que han sido sumidas las víctimas y familiares del
accidente del Spanair en Barajas. Y se pone el grito en el cielo por causa de
desvergüenzas que algunos llevan denunciando años... Pero mejor hagamos como
que nada ocurre y culpemos al azar y a la mala suerte, mejor incluso: culpemos
al maquinista como se hizo en el Metro de Valencia... O como se intentó
culpabilizar al piloto en el fatídico despegue frustrado del vuelo 5022 y así
no tendremos que pedir responsabilidades a cargo alguno. Mejor lamentarse que batallar
¿no? Es algo a lo que está, por desgracia, muy acostumbrada la ciudadanía
española.
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