lunes, 8 de abril de 2013

PARÍS




Cuando digo que siempre
tendremos París
no estoy hablando
de una ciudad que nunca
hemos visitado juntos,
ni de imágenes que duermen
en los álbumes de la memoria
aunque tras las persianas
del recuerdo naveguen
los colores de la noche
sobre un mar de nostalgia
bordado con caricias.

Cuando digo que siempre
tendremos París
no hablo de pasos
incomprensibles y prófugos
resonando en el sacrificio
de una despedida,
ni de la sombra que deja
una lágrima sobrevolando
el porvenir al que se renuncia,
ni del trasluz detenido en el tiempo
por el furtivo impacto de un abrazo
cuya despedida va rebotando
y multiplicando su reflejo
por las esquinas de una ciudad
enquistada por el miedo
a la realidad del totalitarismo.


Cuando digo que siempre
tendremos París
te estoy nombrando,
cuando menciono esa ciudad
no me refiero a evocaciones,
hablo de ti, de los puentes
que tendimos en nuestras vidas
y de una isla y un hogar
donde vamos afianzando
el futuro que ambos anhelamos,
en cada instante satisfecho
y en pos de la inmensa fortuna
de un reloj que no se detiene
por la angustia de un adiós
que jamás osaremos pronunciar.


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