jueves, 20 de diciembre de 2012

PLAYA



Da igual que el invierno
esté asomando su helada faz
en otras latitudes,
en este rincón el sol y el mar
siempre se conjugan
para modular
en nuestra alma
algo que nos identifica:
Siempre mi playa,
sus escasos usuarios
amamos cada una
de las partículas incontables
que la conforman,
nos identificamos
con ellas pues nos sabemos
como granos de arena
a merced de los elementos.
Amamos también
al sol cuando toma
posesión del agua,
y sentimos
que se funden ambos
en los poros de nuestra piel.
Amamos el deleite,
la comunión y la paz
cuando abandonados
al placer de sentirla
el tiempo se detiene
y la placidez del entorno
nos embarga por completo.
Cómo explicar esa absoluta
comunión con el misterio
que tanta felicidad entraña
sin que el dolor parezca
en esos momentos
menos deseable que la vida,
porque en mi playa
nadie es una víctima,
es renacer y encaramarse
a una de las partes
más gozosas de la existencia.


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