viernes, 14 de diciembre de 2012

MONUMENTOS DEL PASADO



La sensibilidad por el hecho artístico nunca debería estar por encima de la que se refiere al hecho social. Cuando uno contempla los restos que las grandes civilizaciones de la antigüedad nos han dejado en forma de construcciones, ciudades, templos o palacios ya muertos, ha de preguntarse también por la suerte que corrieron sus constructores. Por el dolor, las columnas vertebrales rotas, las huellas del látigo en las pieles y en las almas, por los ojos que saltaron de sus cuencas al recibir el impacto de una piedra, las secuelas que dejó en sus cuerpos la explotación sin límites que padecieron. En resumen, por la desgracia que probablemente fue su vida llena de sufrimiento. Cuánta fatiga, cuánto trabajo meticuloso, agotador e ímprobo se significó en tales obras durante años por miles y miles de hombres... ¿Cuántos cayeron fulminados a causa de un esfuerzo sobrehumano? ¿Cuántos murieron de extenuación y de sed o simplemente por haber agotado hasta la última gota de energía que acumulaban sus cuerpos rotos?

Y entonces inevitablemente surge la pregunta: ¿podrían existir tamañas maravillas sin ese padecimiento? ¿Sin el látigo del vigilante? ¿Sin el miedo que anida en el esclavo? ¿Sin esa soberbia que se intuye fluir desde los poros del que toma la decisión de ejecutar la obra cueste lo que cueste a mayor gloria de su nombre? En una palabra, ¿Convierte esta dualidad al arte del pasado en un ejemplo de lo negativo connatural al ser humano? ¿Hasta qué punto hay que olvidarlo desde la perspectiva de hoy para recrearse sólo en la belleza de lo conseguido, que por fortuna para nuestros ojos ha logrado traspasar las barreras del tiempo? ¿Cómo conjugar los resultados del Arte con mayúsculas al servicio de un gran Imperio, con una visión social de la historia?

Admirar los monumentos del pasado, pero sin olvidar la carga de sufrimiento y sangre que significaron ... Porque el arte no queda al margen de la ecuación que determina que cualquier logro humano en su avance hacia el futuro ha entrañado males terribles para los que lo vivieron. Por desgracia no parece que hayamos aprendido demasiado en el proceso hacia la modernidad que ahora disfrutamos.


1 comentario:

Antonia dijo...

Lo que describes siempre está ahí..miras una pirámide con todo lo agresivo del clima, lo yermo del paisaje, la pobreza de vegetación y la ausencia de todo aquello con lo que descansar cómodamente y ves la obra casi imposible de pensar y yo siempre he pensado en la otra cara de la moneda..la que explicas en tu entrada..Puede que no haya en el pasado obras de este tipo que no hayan comportado la sumisión..els esclavismo y el dolor, sólo cabe darnos cuenta de ello mientras admiramos su belleza ...Una buena reflexión.