sábado, 20 de octubre de 2012

PLENAMENTE VIVOS



La infancia
debería ser la única
patria del ser humano.
En ella se fraguan
las noblezas o villanías
que nos conformarán
el resto de nuestros días...
En ella se consagra
lo más hermoso
de nuestra inocencia.
Y al perderla nos afecta
de una manera profunda
dejando en los lomos
de nuestra existencia
una marca indeleble
que nos recuerda
la deserción que vivimos.
Con la madurez
todos perdemos algo
aunque en el lugar
más profundo del alma
permanezca un retazo
de ese niño con miedo
a lo que oculta la oscuridad,
sea esta cual sea.
Vivir es sobre todo
intentar cerrar los círculos,
ir dejando atrás el miedo
a ser lo que deseamos
y superar las heridas
que nos impiden
ser hombres y mujeres
plenamente vivos.



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