Resulta alarmante la situación
de la democracia en España. Hay fundadas sospechas de que una pandilla de
desalmados intenta dar un golpe de estado a nuestras libertades. Con el pretexto
de la crisis y bajo la égida del liberalismo económico se ha organizado desde dentro mismo de las instituciones para enterrarlas y
socavar el régimen de compromiso con la mayoría que debería ser connatural al
sistema. Cada viernes se nos fusila con las armas de la falsedad y la
manipulación en las tapias de La Moncloa y en la rueda de prensa posterior los
propios causantes de nuestra desventura nos dan el tiro de desgracia argumental,
consiguiendo que el deterioro social no parezca tener límites.
De hecho, este grupo antisistema
ya ha llevado a cabo otras acciones paralelas para menoscabar nuestro modelo de
vida, desprestigiar las instituciones y desestabilizar el régimen
parlamentario. Y lo peor de todo es que lo ha hecho en nombre de la democracia
y de los ciudadanos a los que dicen representar. Es sencillo encontrar ejemplos
que lo demuestran. Basta con echar un vistazo cada día a los titulares de los
diarios para toparse de bruces con algunos. En España la realidad de la
economía se ha vuelto antagónica con el llamado Estado del Bienestar. Los golpistas
están consiguiendo que sean dos situaciones que se repelen y, por ahora, no hay
visos de que tengan intención de parar. El promedio de mortandad de los
derechos sociales se torna cada vez más alto. Y lo peor de todo es que estos
impresentables afirman desde sus tribunas, despachos y escaños ser los únicos y
verdaderos representantes del pueblo que, por otra parte fue engañado
descarnadamente para que se votase un programa construido como una gran mentira,
pues nunca fue su intención cumplir el compromiso adquirido en las urnas.
La gente de esta calaña
desprecia las sensibilidades que no les son afines. Incluso se atreven a
celebrar públicamente con aplausos y vítores los crímenes sociales que ejecutan
implacablemente. Dicen asimismo defender el sistema de voto pero lo traicionan
cuando no sirve a sus propósitos. Aseguran proteger el bien común pero actúan
solo en beneficio propio o de una élite económica con la que aspiran a codearse
si reúnen los méritos suficientes. Se han arrogado la legitimidad en exclusiva
del sentir de la mayoría, lo que les sirve de coartada para cargar contra el
interés general y tratar de desmoronarlo. A punto han estado de conseguir que la
ciudadanía dude de la conveniencia y viabilidad del Estado pensado como un
proyecto común. Han devaluado los
votos hasta convertirlas en basura, es cierto. Han pisoteado la
legalidad vigente, se han reído de la Justicia, han apaleado la reputación
institucional y han atacado nuestro modelo económico. Todo eso también lo es. Han
alterado la paz social y el orden público, han violentado las bases de nuestra
sociedad y han actuado con violencia inusitada cuando la población desesperada ha
elevado gritos e izado brazos en las calles como señal de protesta. Pero
calcularon mal y se han extralimitado demasiado... Y han empujado, por fin, a
la ciudadanía a hacerles frente y exigir que se vayan. Parece que nos hemos
dado cuenta de que nuestra única posibilidad de futuro empieza parándole los
pies a los golpistas. En esa encrucijada estamos ahora mismo... Deseo con toda
mi alma que esta historia tenga un final feliz, no creo que a estas alturas haga falta
explicitar cual.
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