No es cierto que el
paracaidista y aventurero Félix Baumgartner haya batido en su espectacular y
reciente salto el récord de caída libre, ni que haya superado el límite de
altura en globo. Lo realizado es sin duda una proeza, pero algo similar ya
había ocurrido en España hace tiempo por mor de la burbuja inmobiliaria. Por
aquel entonces, miles de ciudadanos se construyeron su propio globo con la
ayuda del sistema bancario, se lo pusieron como mochila, lo llenaron de
intereses innobles (no hay mejor calificativo para definirlos), y se
elevaron muy por encima del bien y del mal sin más límites que los 30
o 50 años hipotecados, y un interés variable como condición fija.
Fue una aventura inenarrable
donde el cemento se convirtió en protagonista
y en el que lejos del ligero
equipaje del que hablara Machado, lo que prepararon fue un equipaje a la
ligera, de una forma tan precipitada que a nadie se le ocurrió echar
un paracaídas por si acaso se diera el caso del acoso crediticio y el derrumbe
inmobiliario. Con ese bagaje tan poco poético y después de tanto subir, como
era de esperar llegó el momento de la bajada. Es cierto que algunos
se quedaron en las alturas, pero fueron pocos porque no había demasiado espacio
en la Estación Internacional de los Paraísos Fiscales, tanto es así que la
gran mayoría de quienes hicieron sus castillos en el aire para no volver
al planeta realidad, terminaron por estrellarse. Al final, tras el ascenso
estratosférico de la burbuja inmobiliaria se produjo la caída libre ciudadana,
algo así como la caída de la libertad sin más red que Internet.
Nuestra sociedad ha batido
todos los records gracias a las mentiras de los mercados, del capitalismo
con burbujas y de los fetiches de las finanzas piramidales. Se ha batido
el record de ascenso sin propulsión, el de caída libre y el de libertades
desbaratadas, de tal manera que en unos cuantos meses se han desmoronado el
entramado social levantado durante décadas… Y lo peor es que seguimos en
un descenso vertiginoso esperando el golpe final que,
paradójicamente, no se producirá en el momento del contacto con el suelo, sino
cuando llegue el famoso rescate… Puede que incluso el batacazo sea tan
fuerte que acabemos en trocitos desmembrados…
En lo único que
coincidimos con el vuelo descendente del ya famoso paracaidista es que
aterrizaremos en el desierto, porque cuando terminemos de caer no vamos
a encontrar absolutamente nada de los derechos, ayudas, recursos y servicios
que antes existían y que llegamos a creer consustanciales al sistema. La
pregunta es: ¿Qué haremos con los responsables, en los campos de la economía y
la política? Porque esos merecen también un descenso en caída libre, pero en su
caso el destino debería ser el infierno...
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