jueves, 18 de octubre de 2012

EN CAÍDA LIBRE


No es cierto que el paracaidista y aventurero Félix Baumgartner haya batido en su espectacular y reciente salto el récord de caída libre, ni que haya superado el límite de altura en globo. Lo realizado es sin duda una proeza, pero algo similar ya había ocurrido en España hace tiempo por mor de la burbuja inmobiliaria. Por aquel entonces, miles de ciudadanos se construyeron su propio globo con la ayuda del sistema bancario, se lo pusieron como mochila, lo llenaron de intereses innobles (no hay mejor calificativo para definirlos), y se elevaron muy por encima del bien y del mal sin más límites que los 30 o 50 años hipotecados, y un interés variable como condición fija. 

Fue una aventura inenarrable donde el cemento se convirtió en protagonista   y en el que lejos del ligero equipaje del que hablara Machado, lo que prepararon fue un equipaje a la ligera, de una forma tan precipitada que a nadie se le ocurrió echar un paracaídas por si acaso se diera el caso del acoso crediticio y el derrumbe inmobiliario. Con ese bagaje tan poco poético y después de tanto subir, como era de esperar llegó el momento de la bajada. Es cierto que algunos se quedaron en las alturas, pero fueron pocos porque no había demasiado espacio en la Estación Internacional de los Paraísos Fiscales, tanto es así que la gran mayoría de quienes hicieron sus castillos en el aire para no volver al planeta realidad, terminaron por estrellarse. Al final, tras el ascenso estratosférico de la burbuja inmobiliaria se produjo la caída libre ciudadana, algo así como la caída de la libertad sin más red que Internet. 

Nuestra sociedad ha batido todos los records gracias a las mentiras de los mercados, del capitalismo con burbujas y de los fetiches de las finanzas piramidales. Se ha batido el record de ascenso sin propulsión, el de caída libre y el de libertades desbaratadas, de tal manera que en unos cuantos meses se han desmoronado el entramado social levantado durante décadas… Y lo peor es que seguimos en un descenso vertiginoso esperando el golpe final que, paradójicamente, no se producirá en el momento del contacto con el suelo, sino cuando llegue el famoso rescate… Puede que incluso el batacazo sea tan fuerte que acabemos en trocitos desmembrados… 

En lo único que coincidimos con el vuelo descendente del ya famoso paracaidista es que aterrizaremos en el desierto, porque cuando terminemos de caer no vamos a encontrar absolutamente nada de los derechos, ayudas, recursos y servicios que antes existían y que llegamos a creer consustanciales al sistema. La pregunta es: ¿Qué haremos con los responsables, en los campos de la economía y la política? Porque esos merecen también un descenso en caída libre, pero en su caso el destino debería ser el infierno...

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