viernes, 21 de septiembre de 2012

TOPLESS



Lo único a resaltar de ciertas fotos publicadas recientemente, lo verdaderamente ‘real’ es que el hecho en sí resulta lamentable... Y sería lo mismo fuese quien fuese la mujer afectada, por convertirse en protagonista a la fuerza de algo que evidentemente no desea. No es fácil entender cómo algunos medios de comunicación se escudan tras los derechos constitucionales de la democracia (libertad de expresión, derecho a la información….) para presentar como noticia un topless o un desnudo mientras la persona disfruta de su tiempo en cualquier lugar, sea público o privado. Estos derechos no se refuerzan publicando cualquier bazofia en su nombre, más bien al contrario se debilitan, porque lo único que se busca son beneficios económicos o el morbo generalizado para justificar lo publicado. 
El derecho a la intimidad y la privacidad de una persona reside en su dignidad y en su voluntad, no en el morbo de la gente, la desaprensión de un paparazzi o la falta de escrúpulos de la dirección de un medio de comunicación. El lugar puede condicionar o matizar, pero nunca define la intimidad. Si una mujer está en la playa y decide hacer topless, queda claro que asume que todas las personas que están a su alrededor la pueden ver, y acepta compartir parte de su intimidad con ellas en esas determinadas circunstancias. Más aún cuando los que vivimos en la costa sabemos muy bien que disfrutar de un día de baño y sol sin la parte superior del bikini es ya una cuestión absolutamente normal para una mujer y aceptada por todo el mundo. Lo que no se puede concluir de esa situación es que al encontrarse en un lugar público, y después de haber sido seguida, localizada y espiada, se la pueda fotografiar o grabar en vídeo y mostrarlo como una noticia. Incluso con la generalización de aparatos electrónicos, cualquiera puede sacar una foto en cualquier momento, con la intención de hacer negocio con ella. Por eso ya no puede hablarse de espacio, sino que la distinción ha de hacerse entre tiempo público o privado. Aunque se sea un personaje público, el derecho a disfrutar de un tiempo de privacidad ha de ser respetado. Y no puede ser negado en nombre de una libertad de expresión y de un derecho a la información que rompen el derecho a la intimidad y quedan convertidos en falacia y una desaprensiva instrumentalización de la ley.
Los topless que aparecen en algunos medios esconden esa idea que impera en algún sector mediático, que se cree con el derecho a atacar con total impunidad a aquellas personas o personajes públicos que ellos decidan. Aceptar el topless en las circunstancias comentadas quiere decir que también es válido desnudar metafóricamente al personaje y vestirlo de historias que alimenten el morbo sin importar si se ajustan a la realidad o no. Y además retocarlas por medio de la manipulación o la dramatización para que queden mejor, lo mismo que no se duda en acudir al Photoshop para mejorar la imagen del topless. Es una forma de persecución y acoso contra la persona, que utiliza lo privado para dañarla en lo personal y cuestionarla en lo público.  Los ejemplos afectan a un nutrido y variado número de mujeres, evidentemente el colectivo afectado. Nada es casualidad, sobre todo en estos tiempos y cuando de un medio de comunicación se trata. Y, por último y no menos importante, no olvidemos que además es un resabio que resalta el machismo más recalcitrante y degradante.

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