domingo, 9 de septiembre de 2012

SOBRE LA IGUALDAD


El “que se jodan” de Andrea Fabra hace unas semanas, el ‘nos importa un bledo’ de Antonio Basagoiti hace unos días, o las habituales de siempre, como ‘los inmigrantes son un peligro’ o ‘que se pudran en la cárcel’…  no son frases aisladas que se dicen sin sentido y mucho menos sin sentirlas. Reflejan una forma de entender la vida y cómo se estructuran las relaciones sociales, por eso se pronuncian desde una determinada posición y buscan sobrepasar el espacio inicial de un exabrupto para llegar al terreno de las consecuencias. No son tan infrecuentes ni las reproducen sólo unos pocos, forman parte del “pack reaccionario” que da sentido a esa forma de entender la vida a través del mensaje de que así han de ser las cosas, eliminando cualquier espacio para las alternativas.
La igualdad siempre ha generado alarma entre las fuerzas conservadoras porque supone acabar con los privilegios que surgen de una estructuración de la sociedad basada en la jerarquización y el status, por eso es importante ridiculizarla, y por ello se atacan las estructuras y las iniciativas destinadas a promoverla, como ocurrió, por ejemplo, con Esperanza Aguirre al referirse al Ministerio de Igualdad y compararlo con la creación de un “Ministerio del Amor”. Pero como la igualdad es una aspiración de la sociedad, todo se intenta ocultar bajo la corrección de las formas y detrás de palabras huecas. Por eso, y a pesar de todas las críticas, mantienen las estructuras y los nombres (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad), y sólo se percibe su verdadera cara a través de lapsus, micrófonos abiertos o mentes cerradas que no se cortan en manifestarlo directamente.
Igualdad no es sinónimo de igualitarismo. No se trata de que desaparezcan los elementos que establecen diferencias sociales entre las personas, sino que las diferencias no estén basadas en el status y en las referencias tradicionales de una cultura de poder levantada sobre aquellos elementos que quienes la han construido han considerado fundamentales. No es justo que determinados individuos, por el simple hecho de pertenecer a un determinado grupo social o por adquirir algunos de los elementos que les dan valor en un contexto determinado, tengan ciertos privilegios. Y tampoco que a partir de esas referencias la sociedad se haya organizado para que todo les resulte más fácil sin necesidad de recurrir al abuso, o lo que es lo mismo, no es justo que haya otras personas que  sean discriminadas y que lo tengan más difícil a la hora de enfrentarse a las mismas situaciones.
Por eso se ha incidido tanto en la referencia a la ‘igualdad ante la ley’ o igualdad formal, recogida en el artículo 7 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y se ha olvidado su  artículo 2 que dice que todos, y por supuesto todas, somos iguales por el hecho de ser humanos y en cualquier circunstancia, no sólo ante la ley.
La igualdad ante la ley es una falacia de la justicia porque las leyes parten de una intencionalidad, en la que su aplicación se hace para defender los valores asentados dentro de la cultura y por personas con ideología, por lo que ante un conflicto entre particulares la Administración de Justicia funciona bajo criterios de desigualdad y poder. Esta situación afecta a la capacidad para acceder  a los mecanismos de defensa y al control del tiempo, es decir, a las actuaciones y recursos que dilatan la decisión judicial sin que el conflicto sea resuelto, algo que no puede ser asumido por quien no cuenta con el poder económico para hacerlo.
La verdadera justicia social pasa por una sociedad más justa, y eso requiere que la igualdad sea uno de los valores que articulen la convivencia. Por supuesto que habrá quien diga lo de ‘nos importa un bledo’ o ‘que se jodan… y todas las demás lindeces, pero tendrían más difícil transformar esas expresiones en políticas que atentaran contra la igualdad y la convivencia, como ocurre ahora con las que intentan atacar la libertad o la dignidad de los ciudadanos… Las ideas son libres, pero las políticas no, por eso el debate debe tener como referencia cómo afectan a las personas, bajo la sombra de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

-Qué hermosísima entrada, poeta!!!
Dice tantas verdades...

Felicitaciones