miércoles, 26 de septiembre de 2012

GRITARLE AL AIRE



Nos prefieren como famélicos perros
a los que alimentar de migajas
y apalear si nos arriesgamos a gruñirles.
Sentimos las palmas de sus manos
amenazando con frialdad nuestros lomos,
nos ponen tentaciones en la televisión
y yugos en el horizonte,
nos adiestran... Y lo hemos consentido.
Pero ahora que nos revolvemos
y salimos a la calle para señalarlos
con el dedo acusador de los indignados
les molesta infinito el despertar.
Algunos fantoches hasta se atreven
a llamarnos golpistas
porque los teníamos acostumbrados
a que éramos incapaces de reaccionar.
¿Cuántas iniquidades han hecho falta
para que regresemos a la dignidad
que ellos jamás podrán tener?
Porque analicemos cómo son:
Ante todo corruptos. Pero también
insaciablemente codiciosos y prepotentes.
Y mentirosos hasta la médula
al acusarnos a nosotros
de lo que llevan grabado en los genes.
Y tan imbéciles como para creerse
imprescindibles e intocables.
Y tan arrogantes como para atribuirse
la exclusiva representatividad
de la identidad ciudadana
cuando repetidamente la han traicionado.
¿Cómo éramos nosotros?
Personas que necesitábamos un futuro,
pero que acabamos anestesiados
por una crisis que nunca existió
salvo en los espurios intereses
del reaccionarismo más fantoche.
Es hora de sacar nuestras propias conclusiones,
por mucho que nos quieran convencer
con la teología de la prima de riesgo
la resignación no es una forma de vida.
Por eso salimos a gritarle al aire
que se han acabado las contemplaciones
y llega la hora de tomar las riendas
para cambiar definitivamente el sistema.


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