viernes, 14 de septiembre de 2012

A KENZO


Bien puede ser
que Kenzo no fuera un gato
o que no fuera un ángel...
Da igual porque lo cierto
es que actuaba
como si en verdad 
fuera ambas cosas.
Con él la magia
reverberaba día a día
y convirtió nuestras vidas
en algo mucho más hermoso
bajo el tapiz de su mirada.
En él la ternura
hacía al sol encenderse
en prodigiosos y cálidos
amaneceres diarios
que compartía generoso.
Con él la negrura
se deshacía en juegos
y se hacía más limpio
y más profundo
el aire que respiramos
porque lo llenó de ternura.
Ahora que duerme
el sueño de los ángeles
que han querido ser gatos,
los minutos se quebraron
al principio de la tristeza
en un momento de siglos,
hasta que entendimos
que ya descansa
en un mundo de sueños
donde sus ojos son felices
por los sencillos prodigios
que a ella y a mí nos ha legado.

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