lunes, 20 de agosto de 2012

LOS SIN VOZ


Nos han hecho creer que todo lo que nos está sucediendo es a causa de la crisis y no es verdad. Muy al contrario, la crisis es el pretexto para poner en práctica medidas que en otro contexto nadie se hubiese atrevido a llevar a la práctica. Porque de lo que estamos hablando es de un profundo retroceso del sistema, que nos retrotrae a tiempos que todos pensamos definitivamente superados.
Y ocurre porque la crisis ha llegado en un momento crítico de la desafección ciudadana con respecto a la política y se sirve del altísimo nivel de desconfianza en los políticos. No es cierto que esa distancia entre la política y la sociedad sea una consecuencia de la crisis, todo lo contrario, ha sido uno de los motivos para que esta pudiera fraguarse. Si echamos un vistazo a las encuestas sobre el nivel de conocimiento social de los políticos y la valoración de su gestión, los resultados anteriores a la hecatombe económica no son muy distintos a los actuales: conocimiento escaso y suspenso, lo único que cambia en el ranking es el orden de las carteras y de los porta-carteras ministeriales. En este orden de cosas es un craso error la campaña a la que venimos asistiendo, en la que se pone el empeño en argumentar que ‘todos los políticos son iguales’... Porque partiendo de esa premisa, la única conclusión posible es, consecuentemente, que todas las políticas también lo son, con lo que lo mismo da quién esté en el poder y se corta de raíz cualquier posibilidad de movimiento popular para cambiar la realidad de las cosas.
Por otro lado, desde hace tiempo una parte de la clase política (la que hasta ahora ha tenido posibilidad real de gobernar) ha asumido que el poder imperecedero está en la economía, y que la representación democrática termina siendo arrastrada por las ventiscas que levanta la voz del pueblo cada cuatro años. Por eso han jugado a ser parte de ese poder y a acercarse a grupos de interés que quedan aún más lejos del ciudadano, al que hacía tiempo habían abandonado. Y cuando quienes vivían en esas zonas de lujo se dieron cuenta de la situación y del alejamiento de la política respecto al pueblo, entonces, y sólo entonces, tiraron del hilo de la crisis-trampa para atrapar a la política en una jaula y a los ciudadanos en otra.
Y no ha sido difícil, los políticos de los partidos mayoritarios se encontraban solos, discutiendo entre ellos y jugando al “y tú más”, al “yo primero” o al “te vas a enterar”, mientras el pueblo estaba abandonado a su mala suerte.
Pero lo más grave no es la situación descrita, ni que pasen cosas contrapuestas de manera simultánea. Lo peor es que todo está ocurriendo como si no pasara nada, o como si lo que acontece no tuviera más remedio que ser así. Ahí es donde se encuentra la evidencia de que se trata de una crisis programada, que ha necesitado la desactivación previa  de la crítica social para poder llevarse el botín del Estado de Bienestar que con tanto trabajo y esfuerzo habíamos conseguido.
Nos han hecho creer que no nos merecemos la sanidad que tenemos, ni la educación que necesitamos, tampoco las ayudas a quien no tiene trabajo, ni a la dependencia… Nos han hecho pensar que es lo mismo ocho que ochenta y que donde antes había siete médicos ahora basta con uno, que donde trabajaban cinco profesores ahora no hace falta ninguno, que la Administración no puede pagarle a los funcionarios, pero sí puede hacerlo a empresas privadas que dan un peor servicio y tienen como prioridad el beneficio económico a costa de un servicio que debería ser público.
Pero no pasa nada porque la conciencia atenazada siempre admitirá el argumento de que las cosas pueden ser peor.
Y mientras tanto ocurre todo lo demás… A no ser que los sin voz obliguen a que se les escuche.

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