Seguimos teniendo derecho
a amar el verano
y también a preguntarle
si en estos tiempos consternados
aún queda espacio para disfrutarlo
mientras tendemos en la arena
de sus playas nuestros sueños
carbonizados por la miseria
ética de los que dirigen
las vidas que nos atan al presente.
Seguimos teniendo derecho
de plantar cara llenos de convicción
a los que sin consideración alguna
pretenden despedirnos
de la estación de los derechos
tan duramente cosechados
cuando nuestros antecesores
se lanzaron sin dudarlo
contra las puntas de las lanzas
que los mantenían esclavizados.
Seguimos teniendo derecho
a amar la calidez del estío
y engrandecer sus noches
con la hermosa compañía
de una mujer que vibre
con nuestras palabras y obras,
a exigir un norte que encamine
los pasos que nos lleven
hasta el sur de nuestros sueños.
Seguimos teniendo derecho
a aspirar el perfume del verano
y pedirle la ilusión de ser felices,
de que fructifique en los campos
la semilla libre de lo justo
para vivir como queremos
y para que nuestra tierra pueda
apiñarse en una espiga solidaria.
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