cerré los ojos,
me vacié de lo superfluo
y supe que la felicidad
se nutre de instantes
más allá de nuestras sombras,
la falsa luz que nos ciega
o los golpes que recibimos.
Mientras te acercabas
te convertías
en el misterio de mi silencio
y cuando llegaste
no supe cómo escribir
sobre el aire lo que sentía.
Mientras te saludaba
mis labios pronunciaron
palabras sin sentido
porque yo me extasiaba
en la blanca desnudez
de tu sonrisa.
Mientras te acompañaba
todo tenía que ver contigo,
eras la vida real
y los demás se difuminaban
en la certeza de tu presencia.
Mientras me despedía
comprendí que ibas a estar
en todas las mujeres
que me cruzara por la calle
y en el poema que expresase
que se acababan las despedidas.
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