miércoles, 16 de mayo de 2012

EDADES



No tengo más edades que el vivir 
sin la desazón de la nostalgia 
por un tiempo que no existe 
y donde se anude al presente 
la compañía que en los sueños 
es ese asombro que precisan 
mi boca, mis manos y mis ojos. 
No me queda más fortuna 
que el aire que me agoniza 
en el interior de los pulmones 
y esos suspiros que ya nunca 
alcanzarán el cielo adolescente 
cautivo en las sendas del ayer. 
No me quedan más edades 
para ofrecerle a nadie 
ni siquiera una que me sostenga 
o me sirva para conjugar 
los verbos del tiempo del futuro. 
Por eso necesito una edad 
que aprenda tu nombre y lo ame, 
que me sacie de plegarias la piel 
y me abone el corazón 
con el suave tacto de la esperanza. 
A cambio te ofrecería una manera 
de arrancarnos juntos los flecos 
que suturan nuestras cicatrices 
para existir en un tiempo situado 
muy por encima de las edades 
porque sólo existe en un presente 
elaborado en el querer de cada día.

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