viernes, 13 de abril de 2012


El asombro desparejo con que te contemplo 
la premura con que me altera tu compañía 
y este cosquilleo en que empapo mi lengua 
para hablarle a tu carne y lamerme tu voz, 
son como ávidas gotas de vida compartida 
que busca aminorar las grietas de la muerte. 

 La planta de la edad absorbe nuestros días 
abriéndose como una flor negra, abominable 
y en este esplendor de hoy está la simiente 
de una desposesión calcinada y perversa 
que como una paulatina caries nos invade 
en el fin aterrador del tiempo y las certezas. 

No importa porque se trata de ti y me salvas, 
por eso mismo quiero untar en mí tu persona 
para ser un bulto de hombre salvaje y tierno 
centrado en tu cuerpo desesperadamente 
alimentándose de la luz entre los intersticios 
de todo lo que escondas, todo lo que enseñes, 
todo lo que en ti se une para hacerte diosa 
y convierta mis días en regalo para el mundo. 

 Que poquito importa que otros te hayan amado, 
siempre que busques refugio entre mis brazos 
llegarás virgen dibujando hermosas estrellas 
para purificar mi vida con el amor que deseas 
y sé que hasta el fin de los días podré darte. 

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