Ya no quedan espejismos,
se han disipado las dudas
y despojadas de las caretas,
las fuerzas de lo oscuro
construyen una inmensa cárcel
que abarque calles y plazas,
que aprese dentro la libertad
entre los miedos cotidianos
y expulse definitivamente
un concepto de rebeldía
que siempre despreciaron.
Se acabó el derecho
y la esperanza a vivir con dignidad,
las leyes se transforman
para convivir con la injusticia.
¿Cuántos harán oír su voz
contra el regreso del despotismo?
¿Seguirá la mayoría
lavándose las manos
mientras supura la herida
por el costado de la democracia?
Tenemos derecho a un ideal,
esa aspiración es nuestra
y estamos obligados moralmente
a luchar por un mundo y una tierra
donde la conciencia brille
con el mismo sol e idénticas estrellas.
Y a desear espacios para todos
en un país de puertas abiertas,
con manos abiertas a la ilusión
que tracen solidaridad en el empeño,
y compartan una equivalente
colectividad para el sueño...
Y como no podría ser de otra manera,
a exigirla en la calle si es preciso.
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