sábado, 28 de abril de 2012

LA PREGUNTA


Hace tiempo que he perdido la cuenta
de la cantidad de poemas que he creado.
Los ha habido de todos los sabores y tamaños:
Poemas grandes y pequeños, dulces y amargos,
gordos y flacos, listos y torpes...
Han sido y seguirán siendo poemas
que ríen y lloran en todas las direcciones,
solitarios y solidarios, de amor y de traiciones.
Hay poemas míos volando por el cielo,
algunos pretendí incluso que fueran
herederos de los que han escrito los poetas
que siempre consideré  mis maestros,
hasta ese extremo llega mi atrevimiento.
He convertido mi mundo en un verso infinito,
hecho verso a verso para disculparme
por la mediocridad de mi existencia
y por esta vida que me arrojó a la arena
como un presente que raya lo inane.
A mí alrededor todo está impregnado
de palabras deseosas de imbuirse en las almas
con un sinfín de aromas, dolores y amores,
en una lucha cálida contra la indiferencia,
que es como decir contra la muerte.
Existe siempre la posibilidad de soñar,
es el convencimiento que alimenta lo que escribo...
Una vez expuestas todas las razones
que explicarían el universo de lo que escribo
es el momento de formular mi pregunta:
¿por qué paso tantas horas aquí sentado
esperando que llegue el irrevocable poema
que le haga justicia a la belleza genuina
de la joya humana que me inspira?

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