Entre la sombra del árbol
y la luz radiante del sol
una luna ilusionada
espera su porción de cosmos
mientras un pájaro se eleva
en busca de las nubes
improvisando su camino.
Quiere alcanzar las alturas
que cantan los ruiseñores
y es llevado en volandas
por las alas de una ilusión
más fuerte y poderosa
que cualquier lastre,
porque está convencido
de que es precisamente así
como debe ser su vuelo.
Y el aire se suma
a ese deslizarse gozoso,
porque ya no son horas
de dolerse en el pasado,
sino de emigrar en pos
de lo que la vida ofrece
en el cielo de unos ojos.
1 comentario:
Hay que volar y dejarse de nuevo cautivar por unos ojos que llegan a contactar con el alma.
Hermoso poema.
Saludos
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