sábado, 25 de febrero de 2012

INESPERADO


Lo vivo parecía
estar inmóvil,
los pájaros cantaban
con desgana
y el alma roía
en el paisaje
una cuenta de días
indiferentes
a las celebraciones
del calendario.
En cierto sentido
era como si los árboles
dieran la espalda
y el invierno
se hacía inhóspito
a la llegada
de la noche.
Nada hacía presagiar
un cambio
tan repentino,
pero ocurrió
que una señal llegó
hasta la ventana
del alma,
y mientras
la conversación
aparentemente banal
se desarrollaba,
yo descubría
que algo nuevo
estaba naciendo.
De pronto
fue como si todo
se diera la vuelta
y la tarde ardiera
llevándome a rastras
hacia la vida.
Y al regresar
de aquél paréntesis,
el mundo se había
transformado,
aunque realmente
no me di cuenta
hasta que
tras la despedida
miré hacia atrás
y contemplé
cómo se alejaba.

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