lunes, 9 de enero de 2012

FRUSTRACIONES LABORALES



Igual es mucho suponer, que en estas cosas de la sicología nunca se sabe, pero es fácil deducir que para sacarle el máximo rendimiento a un colectivo uno ha de poner de su parte medidas estimuladoras, un ambiente propicio y reconocimientos al esfuerzo realizado. No hace falta hacer un máster en Recursos Humanos para ello, basta con razonar que el grupo funcionará mejor si está contento y ve reconocido su compromiso con la causa, sea esta la que sea... Pero así no parece que, en general, funcionen las cosas en lo que se refiere a las relaciones de una empresa con sus trabajadores.

Que me disculpen los que se sientan aludidos y crean que lo es injustamente, es cierto que toda generalización contiene gotas de injusticia, pero salvo honrosas excepciones para la mentalidad empresarial lo que importa son los números, todo lo que no sea ganar dinero sobra. A partir de esa premisa, resulta asombroso cómo dentro de una empresa se ponen en práctica medidas contrarias a toda lógica y que parecen encaminadas a conseguir la desmotivación del personal laboral para que renuncie a comprometerse de motu propio con su trabajo, o acabe por hacer dejación de las tareas que le corresponden, aceptando como inevitable el ambiente de mediocridad que le rodea. Se supone que debería ocurrir lo contrario, pero lastimosamente no es así. ¿Creen que deliro? Pues es la única explicación posible a que multinacionales y grandes empresas que están continuamente en boca de los medios de comunicación, cuando se conocen desde dentro se descubre un desastre organizativo que obliga a sacar adelante el trabajo con un esfuerzo suplementario de los que están en la base de la pirámide. Es más habitual de lo que se supone la falta de medios, el retraso en los pagos, las equivocaciones en las nóminas (que curiosamente se inclinan siempre hacia el mismo lado), el saltarse a la torera lo establecido en las leyes laborales sobre seguridad o derechos y la promoción interna de los mediocres que nunca ponen en cuestión nada.

Y siempre sobran asalariados, sobre todo si son fijos y forman un colectivo que aspira a mejorar sus condiciones dentro de la empresa. Por eso los empresarios son insaciables exigiendo mayores facilidades de despido. Pero no para crear empleo, como cínicamente argumentan, sino para convertirlo en algo más precario de lo que ya es. El personal fijo es mirado como una carga, y el empresario se dedica por lo tanto a destrozar la moral del trabajador hasta conseguir que se sienta anulado y decida romper las cartas de la baraja por iniciativa propia, sea en la dirección que sea. Este tratamiento se convierte en especializado cuando hablamos del compañero al que se le reconoce como un individuo solidario e incita al colectivo a reclamar derechos y condiciones dignas, como si no tuviese suficiente con disfrutar del privilegio de trabajar en estos procelosos tiempos donde reina el paro y asombrosamente aspirase a más. O con ese otro personaje extraño que se siente responsable y exige que las cosas han de hacerse medianamente bien para ofrecer calidad, aunque ello le suponga un mayor coste económico a la empresa.

Lastimosamente, los empresarios no están solos en esa tarea encaminada a desmotivar a sus empleados. Existen cómplices entre el colectivo: El más peligroso es el que lo protesta todo, pero nunca hará nada contra el origen de los males. Va de listillo y es especialista en comerle la oreja a los demás mientras se toman un cortado para clavarles luego una puñalada por la espalda cuando se toman iniciativas que le comprometerían... Y no digamos nada del pelota de siempre, una especie que jamás estará en peligro de extinción y suple sus carencias al especializarse en dorar la píldora y llevar al oído del empresario cualquier novedad relacionada con el día a día en el trabajo. Evidentemente, esto no aumenta el rendimiento de una empresa, pero hace más agradable la sensación de poder del encargado de administrarla.

Ante la presión que supone sufrir situaciones como estas, no es raro que el colectivo laboral acabe absolutamente desmotivado: No sólo no te pagan bien, sino que además tienes que hacer tus faenas en un ambiente crispado y sin que nadie te agradezca el esfuerzo que pongas en ello. Para que luego digan encima que el trabajo dignifica. Claro que habrá excepciones y que no se me ofendan porque son dignas de todo mérito... Pero temo que sólo sirven para confirmar la regla.

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