lunes, 26 de diciembre de 2011

BIEN INCURABLE

Creo que debe ser
una dolencia incurable,
tan literal al menos
como ese foco de soledad
al que más tarde o más temprano
regresamos siempre.
Es una necesidad de sentir,
de devorar pasiones,
reconocer ternuras,
obtener flamantes perspectivas
del amor y el sexo
desde todos los ángulos
que la acción compartida
del respeto y la libertad permita.
Es sentirse afortunado
cuando una mujer
cierra los ojos y sonríe
sintiéndose feliz y satisfecha
por el trato que ha recibido.
Es puro deleite
haber escuchado su respiración
saludando mis caricias
mientras realizo una ofrenda
en los altares de amor
con destino a una diosa
que con proverbial generosidad
la acepta complacida.
Es ser más uno mismo
al solazarse en otra piel
hasta sentir que se alejan
las incertidumbres.
Es como si cada uno
de los horizontes
en que nos sentimos extraños
se volviesen uno
para despejar las dudas
a través de de todas esas
inevitables complicidades
que los sentidos van tejiendo
entre dos seres,
y que les vuelven capaces
de arriesgar juicios
tan temerarios e irrefrenables
como una declaración de amor,
aunque al final llegue a ser
un acto tan fugaz
como esos instantes
que se comparten y respiran.

2 comentarios:

Montserrat dijo...

Bonito. Felices fiestas, Paco. Que la ilusión no te abandone nunca, igual que la Paz y la salud.

Pacogor dijo...

Lo mismo te deseo, Montse...