jueves, 16 de junio de 2011

ETIQUETAS


Son innumerables las ocasiones en que hacemos juicios infundados sobre los demás. Guiados por las apariencias, los prejuicios, los estereotipos o por oscuros intereses, hacemos valoraciones o descalificaciones completamente gratuitas, especialmente sobre aquellas personas a quienes no apreciamos. Un ex delincuente será el primer sospechoso de cualquier delito, si le pilla cerca. A un gitano se le catalogará de vago, sin conocerlo, aunque sea un trabajador infatigable. Algunos inmigrantes estarán bajo sospecha de ser delincuentes a través de una conexión causal arbitraria realizada insistentemente por algunos políticos torpes o malintencionados (no hay más que ver lo ocurrido durante la última campaña electoral en Badalona). Y la persona maravillosa a la que hemos amado profundamente, se transformará por las malas artes de una separación en un monstruo al se le odia con todas las fuerzas.
Este proceder no sólo atenta a la lógica sino a la ética. No existe rigor alguno en estas conclusiones, no se utiliza una argumentación consistente y racional para llegar a ellas. Sólo una gratuita interpretación presidida por la antipatía y el rechazo. Tampoco existe respeto a quien se hace objeto de una valoración negativa. El respeto al que toda persona es acreedora por su congénita dignidad. La facilidad con la que establecemos esos juicios gratuitos es asombrosa. Incluimos en ellos no sólo hechos sino intenciones. Si ya es difícil juzgar hechos sin haber visto lo sucedido, ¿qué decir de las intenciones? ¿Cómo atribuir a alguien el motivo que le ha llevado a realizar una acción? ¿Cómo hacerlo con tanta facilidad, con tanta alegría, con tanta seguridad?
Los estereotipos influyen mucho en el establecimiento de conclusiones sin fundamento. El estereotipo es una etiqueta que se coloca sobre un grupo y que lleva a generalizaciones tan gratuitas como injustas. También se confeccionan etiquetas individuales: ‘Esta persona siempre ha sido…’, ‘este niño lo lleva en los genes’…. No es fácil liberarse del mecanismo de fabricación de etiquetas. Es triste e injusto recibir los juicios descalificadores ajenos cuando a uno le han colgado del cuello una etiqueta maldita.
Lo hacemos como si de una ley inexorable se tratase. Si esa ley se aplica a toda la especie humana, es fácil que, ante cualquier situación, se busque la peor interpretación de las posibles. La más negativa. De ese mecanismo perverso han surgido muchos refranes. Uno de los más condensados en estupidez y maldad es el que dice: ‘Piensa mal y acertarás’. Cuanta crueldad encerrada en una simple frase...

2 comentarios:

Antoniatenea dijo...

Es muy cierto todo lo que dices pero es inevitable que en un principio las connotaciones nos vengan al cerebro..por ejemplo si en una escuela lo pasaste mal de pequeño, al volver a élla, aunque sus profesores no sean los de ayer,es inevitable sentir odio de entrada

...Después está el juicio..el "seny" para observar , sopesar y entender que lo anterior no se ajusta ya, que el prejuicio es absurdo.

Siempre nos movemos en el terreno de las emociones y a veces ganan ellas y otras la elaboración del córtex más nuevo, el que es capaz de gestionar los datos com más arbitrariedad.
Magnífico escrito.

Montserrat dijo...

Cuánta razón tienes...