miércoles, 4 de mayo de 2011

LA ESTRELLA DE MAR



Hay historias que te obligan a pensar. Como la escrita por Jaume Soler y M. Mercé Conangla, creadores de la Fundación AMBIT y coautores del libro “La ecología emocional”. A este cuento le han dado el título ‘Cada acción es importante’:

‘Se cuenta que había una vez un escritor que vivía en una tranquila playa, cerca de un pueblo de pescadores. Todas las mañanas andaba por la orilla del mar para inspirarse, y por las tardes, se quedaba en casa escribiendo. Un día, caminando por la playa, vio a un joven que se dedicaba a recoger las estrellas de mar que había en la arena y, una por una, las iba devolviendo al mar.
- ¿Por qué haces eso?, preguntó el escritor.
- ¿No se da cuenta?, dijo el joven. La mar está baja y el sol brilla. Las estrellas se secarán y morirán si las dejo en la arena.
- Joven, hay miles de kilómetros de costa en este mundo, y centenares de miles de estrellas de mar repartidas por las playas. ¿Piensas acaso que vas a conseguir algo? Tú sólo devuelves unas cuantas estrellas al océano. Sea como sea, la mayoría morirán.
- El joven cogió otra estrella de la arena, la lanzó al mar, miró al escritor y le dijo:
- Por lo menos, habrá valido la pena para esta estrella.
- Aquella noche el escritor no durmió ni consiguió escribir nada. A primera hora de la mañana se dirigió a la playa, se reunió con el joven y los dos juntos continuaron devolviendo estrellas de mar al océano’.

Las cosas son así, indiscutiblemente. Para esa estrella de mar que es devuelta al agua, resulta decisiva la acción del muchacho. La discusión sobre lo que supone para el mundo esa tarea paciente y constante resulta intrascendente para la estrella salvada. Todo lo que a ella le podría pasar de bueno le ha ocurrido en ese instante en el que salva la vida. La observación de que sea como sea la mayoría morirá, está cargada de realismo pero también de condena para las estrellas que se pueden salvar.

Por eso la alternativa es oportuna, optimista y esperanzadora: al menos habrá valido la pena para una estrella en concreto. Pero no sólo para ella, sino también para quién le ayuda. La opción alternativa a esa actitud es la falta de compromiso y de acción, es la pasividad y la indiferencia, es la comodidad y la apatía. ‘Como no se puede hacer todo, será mejor no hacer nada’, sería el engañoso y egoísta lema del pesimista. Lo entendemos todavía mejor cuando esa afortunada estrella somos nosotros o alguno de nuestros seres más cercanos. Entonces percibimos de una manera certera que ese esfuerzo no ha resultado inútil, no ha sido vano. También de forma nítida la importancia de esa acción sensible y comprometida. Es una pena que no lleguen a salvarse todas las estrellas de mar, pero es una alegría que esa, al menos, se salve.

Dejar de hacer cosas porque son limitadas, porque aún quedan otras muchas por hacer o porque esas acciones no pueden resolverlo todo, no es más que una trampa que inmoviliza y desalienta. Ante la invitación a la parálisis pesimista, está el llamamiento al compromiso cotidiano. Frente al lema de que no merece la pena esforzarse porque el avance siempre será mínimo, está ese otro que si no lo agradece el mundo entero, desde luego lo hará el que lo necesite.

2 comentarios:

Montserrat dijo...

Hola Paco. Para mi tu escrito de hoy es de los mejores en cuanto a contenido y sobretodo en cuanto a mensaje. Lo haré servir en la escuela, con mis alumnos. Será una buena lección para aprender más sobre el compromiso y la ayuda incondicional hacia todo lo que nos rodea.
Un fuerte abrazo y orgullosa de tenerte todas las mañanas delante de una pantalla.

Pacogor dijo...

Gracias, Montse... No suelo emplear la palabra honor, porque cuando se le da el sentido de homenaje y pompa, no me gusta en absoluto.
Pero esta vez lo lo hago. Gracias.