sábado, 9 de abril de 2011

HIPPIES



Siempre quise ser hippie... Desde que me llegaron noticias del movimiento me sentí identificado con su filosofía... Y quise caminar por las calles de San Francisco con flores en el pelo, mirar a la gente con una sonrisa limpia en la cara y amar a la humanidad, aunque supiera de tantos motivos que podrían servir de ejemplo para lo contrario.

Quise estar lleno de energías positivas, crear paréntesis de paz a mí alrededor, vivir sin hacerle daño a nada y nadie porque cualquier ser vivo merece respeto. Pertenecer en cuerpo y alma a una generación que iba a cambiar el mundo con música, amor y una forma diferente de sentir.

Intenté generar buenas vibraciones, sentirlas en lo más profundo de mi ser para vivir de ilusiones, de ideales, abrazarme a la gente y tratar a todos como hermanos, fuesen conocidos o no. Llevar el pelo largo, vivir en una comunidad donde todo estuviese socializado y en contacto con la naturaleza, hacer el amor en libertad, tener los ojos llenos de alegría.

Quise ver un mundo en movimiento, en el que todos a una, se comprometiesen con el amor a la Madre Tierra, a buscar la felicidad en lo sencillo, en las flores y el campo, en las notas de la primavera eterna. Pretendí un amor indestructible y libre... que me permitiera reír, llorar, bailar, emocionarme, vivir...

Escuché canciones que llegaban al alma y encendían la imaginación mientras vibrabas con el rasgueo de guitarras eléctricas que desgarraban por dentro y contribuían a que descubrieras sentimientos hasta ese momento desconocidos. Aprendí a amar la libertad, a respetar el valor de lo alternativo, a admirar a los que hablaban de paz y la ejercían mientras conseguían que los aromas de las flores se apoderasen del aire y la luz...

Y al final pasaron los años, la vida quiso imponer el gravamen de su realidad de cada día, las obligaciones elegidas o impuestas que acaban por convertirte en uno más, indistinguible entre la multitud anónima que puebla tu rincón, la ciudad, el país, el mundo.

Pero algo quedó dentro, algo no murió con el paso inmisericorde de los años. Y ahora, después de unas cuantas décadas, algunas cicatrices y con la falta de pelo como testigo, sigo ansiando volver a las andadas: Porque me sigo sintiendo un hippie, de alma y corazón.




1 comentario:

Montserrat. dijo...

Bonita declaración, a la vida...y de ti.