jueves, 20 de enero de 2011

MICROFASCISMOS


Cada día resulta más difícil apreciar las diferencias que por esencia deberían identificar a las ideologías. Mientras la derecha contamina las palabras y con ellas roba, modifica y vacía de contenido los conceptos (es capaz, sin vergüenza alguna, de invocar a la libertad para reprimir a los individuos), la izquierda —de nombre, claro— decolora sin reparo su discurso y difumina sus principios intrínsecos. La derecha ha aprendido a disfrazarse, la izquierda ha optado por esconderse. Esta degeneración, esta distorsión de los símbolos, de las esencias, de los comportamientos en fin, facilita un excelente caldo de cultivo en el que se desarrollan a la perfección y sin cortapisas los microfascismos. Y no entremos en el juego de edulcorar ningún término, no hay que optar por el lenguaje políticamente correcto porque esto ayuda sin duda a aumentar el disfraz de la mentira. Sigue habiendo derechas e izquierdas y cada día la primera va reforzando sus privilegios y marcando más las diferencias entre las personas.

Los microfascismos, a modo de reproducción bacteriana van invadiendo el ecosistema social al que infectan, mientras fagocitan en nombre del desarrollo natural a aquellos otros organismos que disienten. Y lo hacen de forma sibilina porque han comprendido (adaptación al medio) que la violencia física, de momento, les resta eficacia. La estrategia es sencilla: proximidad y dialéctica. Proximidad, interviniendo únicamente en el entorno más inmediato para no provocar la alarma. Dialéctica, actuando en nombre de la eficacia y el bienestar. La eficacia es extraordinaria: la proximidad permite que, con mínima energía, se entreteja una red que sostiene a la perfección tiranías superiores, fascismos de calado global.

Todo esto podría considerarse una teoría paranoica si no la estuviésemos observando a diario. La intolerancia individual experimenta un auténtico desarrollo exponencial cuando se aplica a los grupos: crea dogma e impide la heterodoxia. El peligro está servido: quien desarrolla o consiente actitudes fascistas en su entorno más inmediato, propicia y alienta una sociedad fascista. (Hay también pequeños dictadorzuelos que serian tremendamente peligrosos si alcanzaran puestos similares).

Por ello, la responsabilidad de esta infección es nuestra cuando aceptamos, disculpamos y ocultamos los abusos. Quizá ocurre que han conseguido anularnos (estrategia de desautorización). Quizá ocurre que nos deslumbra su discurso neoliberal (estrategia dialéctica). Quizá es que no nos afecta directa y personalmente (estrategia de proximidad).
En muchos entornos laborales, estas actitudes se convierten en modelos de gestión. Unos modelos que van minando a las personas hasta alcanzar su anulación. En fin, si creemos que lo mencionado está lejos reflexionemos sobre los siguientes mecanismos que activan esta patología. Veamos:
  • Búsqueda de la mansa obediencia
  • Desprecio de la inteligencia (no es necesaria cuando se tiene la fuerza)
  • Desconfianza hacia el disidente
  • Censura al disconforme
  • Amenaza al oponente
  • Exilio del diferente
  • Recelo ante la novedad
  • Prepotencia excluyente
  • Descalificación
  • Creación de docilidad y dependencia a través del temor
  • Fomento de la pereza intelectual
  • Argumentación a través del mando
  • Negación del hedonismo
  • Aupamiento arbitrario, sin que cuenten los méritos
  • Menosprecio hacia los niveles inferiores
  • Ensalzamiento del criterio único
  • Negación de la evidencia
  • Paternalismo obsequioso
  • Enmascaramiento de los castigos
  • Desnaturalización de la igualdad
  • Ignorancia del derecho ajeno
  • Anulación personal a partir del aislamiento
  • Incapacitación laboral a partir de la usurpación de responsabilidades
Por otra parte, como complemento a estos mecanismos, una vez que se ha infectado al organismo (individuo o grupo) y se le ha dejado bajo mínimos niveles de motivación se produce una realimentación automática que refuerza los argumentos de quien oprime. Surge el fundamento por excelencia: ‘Es que no se les puede dejar solos’. Comienza desde aquí una escalada imparable de justificaciones que van endureciendo el talante mientras ofrecen supuestas pruebas de tal razonamiento: Quien quiera entender que entienda. Y a buen entendedor...

El reto está servido: Identificar y desvelar los emboscados microfascismos que proliferan en nuestro entorno inmediato y neutralizar su expansión. Sería conveniente que además de la acción individual (en la familia, los amigos, el trabajo), grupos de orientación progresista se preocupen también por combatir esta estrategia microfascista a nivel general (en la calle y las instituciones). Los partidos políticos en el entorno social, los sindicatos en el entorno laboral, los individuos en el ámbito relacional. Es una tarea urgente porque puede mañana puede ser tarde...


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