Cuando vuelva a ser joven,
quiero ser como tú, querido amigo...
Te veo pasar con tu andar cansino
y la sombra que te acompaña
aprovecha para contarme las batallas
que toman el sol contigo
bajo el sombrero de fieltro.
Es el momento ideal para el paseo:
Las 12 de la mañana
en un día cargado de sol
que agradecen tus viejos huesos.
Despacito y con buena letra
escribes con tu bastón sobre el suelo
las penúltimas palabras,
que han salvado tantos obstáculos
en una vida cargada de acontecimientos:
En tu paz de esta mañana
recuerdas una guerra marcada
de ausencias e injusticias,
una posguerra de miseria y hambre
y la llegada repentina
de una modernidad
que tanto te costó entender,
pero lo hiciste y miraste
complacido a los jóvenes.
Ahora el tiempo ha hecho mella,
se ha cebado con tu piel;
la ha manchado de años
y llenado de arrugas.
Y aunque comiences a sentir
que te resquebrajas por dentro,
eres de naturaleza fuerte
y tu corazón sigue en la brecha
apostando por la existencia.
A tus nueve décadas todavía
llevas la vida en la sangre,
una sonrisa perenne en tu cara
y si uno se fija bien
verá cómo te brillan los ojos.
Por eso te admiro y sé
que a pesar de la dictadura del tiempo
sigues siendo un chiquillo,
aunque ahora cargando
con un montón de años a cuestas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario