jueves, 28 de octubre de 2010

NO ARREPENTIRSE DE NADA

Me encuentro en una cafetería tomándome plácidamente un té. En la mesa de al lado hay una pareja enfrascada en una conversación no tan apacible, porque ella parece algo alterada. En un determinado momento, suelta una frase como quién da un puñetazo en la mesa: -Pues yo no me arrepiento de nada de lo que he hecho en mi vida- Y se queda tan campante.

No pude dejar de reflexionar sobre la solvencia, la seguridad y la perfección que implican un convencimiento de tal naturaleza. Supongo que los que piensan de semejante manera seguramente estarán convencidos de que son especímenes dignos de ser reverenciados.

En serio: ¿Es posible que pueda existir alguien que nunca en su vida se haya arrepentido de nada? Como la perfección no existe, sólo encuentro dos respuestas posibles a la pregunta: O se carece de conciencia o se es idiota. Si esto es así, resulta que tengo muchas probabilidades de no ser ni lo uno ni lo otro, porque puedo asegurar que a lo largo de mi azarosa existencia me he arrepentido y probablemente voy a tener que arrepentirme de un montón de cosas, palabras y acciones, lo que ha supuesto corregir unas cuantas directrices que me llevan a caminar por la vida.

Lo que no deja de sorprenderme es que la cuestión de arrepentirse se ha convertido en un signo de debilidad en estos tiempos. Pero es que si no te arrepientes de nada, obviamente tienes licencia para todo. No necesitas pedir perdón aunque hayas insultado, pisoteado, mentido, menospreciado, engañado o hecho daño de cualquiera de las ricas y muy variadas maneras que el ser humano ha inventado a lo largo de la historia, sin que tu conciencia te plantee problema alguno.

Hoy, este convencimiento ha arraigado en todos los estamentos, comenzando por el político, donde nadie da su brazo a torcer. ‘No me arrepiento, luego existo’ parece ser la consigna y sálvese quien pueda, que yo sigo adelante ocurra lo que ocurra. Qué bonito sería que de boca de uno de esos que cada día generan noticias se oyera un ‘podría haberlo hecho mejor, pero me equivoqué’. Más hermoso sería que las acusaciones vertidas en un medio de comunicación y que luego se demuestran falsas, dieran lugar a un serio examen de conciencia en el periódico, la radio o la cadena de televisión que lo ha aireado. Pero eso sólo existe en el país de los ilusos. Qué pena en lo que estamos convirtiendo el nuestro si nos referimos a este tema.