sábado, 23 de octubre de 2010

LAS CULPAS DE LA IZQUIERDA

Imagen: Viñeta de 'El Roto'
¿No les resulta descorazonador que las recetas para salvar la crisis sean del mismo tipo, independientemente del color ideológico de los gobiernos que las tomen? Cierto es que algunos son más radicales que otros, pero desde una óptica de izquierdas una matización de tal calibre no sirve mucho de consuelo.

A veces es conveniente echar la vista atrás para recordar de dónde venimos y averiguar la sustancia en lo que nos hemos convertido: Cuando los partidos de izquierda aceptaron el juego parlamentario de las democracias mercantiles (una manera más cruda pero más exacta de llamar a nuestras formas de estado, en lugar de las más recurridas habitualmente como la de ‘liberales’ o ‘burguesas’), tranquilizaron sobre el papel sus conciencias estableciendo un programa mínimo y uno máximo.

El máximo, el de la revolución y sus corolarios en forma de paz, justicia y libertad perpetuas, era aplazado sine die. O al menos hasta el día en que, en un lenguaje que dejaron de usar hace ya mucho tiempo, las condiciones históricas objetivas (o las contradicciones finales del capitalismo) lo permitieran. Mientras tanto, porque algo había que hacer en los estrechos márgenes que permitían las constituciones liberales para estirar sus fronteras sociales, los votantes de la izquierda habrían de conformarse con el programa mínimo: El de las reformas dentro del sistema.

No hace mucho llegó a mis manos un artículo en prensa de José Blanco, el segundo de a bordo del actual PSOE, en el que justificaba la actuación de su gobierno con una encendida defensa del reformismo, el acorde ideológico que unió a la socialdemocracia y el viejo republicanismo español (o la socialdemocracia y el liberalismo con alma social en el resto de Europa) durante tantos años. Pero parece que hasta el reformismo de antaño ha ido perdiendo consistencia y de aquellos barros nos han llegado estos lodos.

Lo que ocurre desde entonces es nuestro presente: el olvido y renuncia absoluta al idealismo de un programa máximo, en el cierre de fronteras políticas que ha supuesto la asunción sin reservas del sistema sustentado en lo que se sigue llamando ‘economía de mercado’, matizado a través de un reformismo moderado en ‘cuestiones de derechos civiles’ y cargado de fatalismo en lo económico que conlleva recortes sociales que vaya usted a saber cuándo volverán a ser restaurados, cuestión a la que nos van acostumbrando poco a poco utilizando el miedo como eficaz arma.

El análisis de la crisis de la izquierda empieza a convertirse en un subgénero periodístico. Pero nunca se alude al culpable olvido freudiano del programa máximo. Nos pasa algo inconcebible, que mi admirado el Roto con su clarividencia habitual, nos recuerda constantemente en sus viñetas: y es que, pese a que todos sabemos la razón última de lo que nos está pasando, que es la desmesura irracional y suicida del capitalismo actual, nadie le echa la culpa. Siempre se encuentran culpables más fáciles por individuales, como los políticos, tildados de manera genérica como incapaces o corruptos y que aparecen en las encuestas una y otra vez. O los inmigrantes, que según los demagogos de turno vienen a robarnos nuestro derecho al trabajo o a aprovecharse de una protección social de la que carecen en sus países de origen. Respecto al verdadero culpable, este modo de producción nihilista y enloquecido nadie dice nada. Y así nos va, porque lo que está claro es que nunca va a suicidarse solo y siempre encontrará una válvula de escape para explicar sus contradicciones.

Los partidos de izquierda, como antiguos portaestandartes de la esperanza de los pueblos, tienen su parte proporcional de culpa, en tanto que han ayudado a cerrar el círculo que nos cerca. Han colaborado en la conversión de los viejos estados parlamentarios, con sus resquicios, grietas y contrahechuras, en el más totalitario de los sistemas políticos. Porque ése es justamente el mal que sufrimos, uno que no permite pensamiento, ni sueño, ni realidad más allá de sus propios límites: la ‘economía de mercado’ y los turnos bipartidistas de gobiernos convertidos en mayordomos de los banqueros.













2 comentarios:

Antoniatenea dijo...

Tú nos hablas de que nuestros partidos de izquierdas, del PSOE por concretar, ha maquillado sus programas iniciales revolucionarios, para unirse a las democracias mercantiles y seguir pareciendo de izquierdas.Que han olvidado conceptos del que tu llamas Programa Máximo, y han pasado a ser súbditos o colaboradores del estilo burgués o liberal ejerciendo un Programa Mínimo para que los votantes de izquierdas sigan entendiendo que continúan siendo de izquierdas y que sus principios no han sido más que reformados. Pero la reforma de la reforma ha dejado en nada dichos proncipios.

Visto así, tienes mucha razón,yo tengo una sensaciión parecida a la tuya, pero yo me hago algunas preguntas:

¿Pueden seguirse los principios igualitarios socialistas de alguna manera?
¿En alguna parte del mundo en condiciones no de laboratorio han podido funcionar esos principios? Y si funcionaron en un momento (léase Cuba, léase URSS)continúan ahora?
¿Podemos seguir en una Europa en crisis los principios que guian el Socialismo, hablo del verdadero socialismo, no de la Socialdemocracia aburguesada, impregnada de un capitalismo feroz?
A mi me gustaría pensar que sí, que puede ocurrir, que los principios de la izquierda de verdad, los principios igualitarios del socialismo pueden ponerse en marcha en nuestro país, pero te aseguro que no sé cómo.

Puede que ninguno de nosotros sepamos suficientemente de economía, de macroeconomía para poder proyectar una sociedad justa , igualitaria, de economía suficientemente saneada, libre y sin que medie la violencia y poder relacionarnos con toda Europa de una forma verdaderamente justa para todos.

Josep Vilà i Teixidó dijo...

Bien claro hablais los dos, poco añadiré pués a lo dicho.
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una sola frase.-
Como se pude entender que tanto recurso intelectual y econòmico se emplee en la tecnologia, en el "avance", en la productividad, en la ingenieria financiera etc...
y poco, muy poco por no decir nada, se emplee en la investigación de como podria mejorarse este hormiguero llamado sociedad en este lugar llamado mundo.
Me cabreo cada vez con más frecuència. Està claro.!!!!!