viernes, 24 de septiembre de 2010

Y LLEGA EL OTOÑO


En la vuelta de las vacaciones, va el otoño y se presenta con fuertes lluvias, como solidarizándose con esa especie de melancolía que se despierta en el retorno... Y surge la pregunta... ¿Y ahora qué? ¿Se trata de retroceder a lo de antes, o intentar empezar de nuevo, aprovechando la llama que aún llevas encendida en el pecho a causa de las vivencias experimentadas? ¿Puede ser el amor por un lugar, la felicidad vivida en él, también un amor de verano que se irá extinguiendo conforme la dictadura de la rutina del día a día impone su realidad?

Por ahora me valen los recuerdos, porque lucen lozanos y frescos. Me vale la belleza que he visto, respirado y tocado. Me vale la sensación de haberme reencontrado con lo que siento que es lo mejor de mí mismo, con un punto en concreto de la geografía que es la encarnación de mis sueños. Me vale con haber estado en Fuerteventura y haber tenido la suerte de acercarme a El Cotillo, para descubrir que ese era el sitio con el que había soñado siempre...

Así que buenos, estupendos, magníficos días porque tengo la seguridad de que la vida puede ser hermosa a veces: Y existen los equinoccios. También hay eclipses. Y noches desiguales, en blanco o en negro. Y solsticios. Y días en llamas, siestas tranquilas, cenits imaginarios, cometas libres de volar o en caída libre, estrellatos absurdos, anonimatos injustificables, olvidos deliberados, planos geniales y planes incomprensibles, órbitas en colapso, gravedad cero o carente de sentido, lunas en fase creciente, mareas sorprendentes, asteroides consortes, amores de ornato y apego, lunas llenas a las seis de la mañana sin sueño ni cansancio, madrugadas urgentemente abrazables, buenos noches llenas de pasión, viajes donde uno se reencuentra y viajes donde nadie sabe a dónde va...

Cada año es diferente el final de mis veranos y me asalta la esperanza de cosechar algo que ni siquiera se me había ocurrido sembrar, porque afortunadamente el corazón suele tener una lógica que se escapa a cualquier ejercicio de la razón. Claro que hay crisis, siguen los problemas, las desigualdades y las infamias, y estamos a las puertas de una huelga general que se me antoja absolutamente justa y necesaria en un otoño que se presume caliente. ¿Y qué si decido afrontarlo con alegría y paz de espíritu? ¿Acaso el nivel de compromiso es menor si se realiza acompañado de una sonrisa?

Por ahora quiero pensar que podré conseguirlo. Por una vez, que las vacaciones no hayan servido solamente para recargar pilas. Al menos ahora sé que cuando las cosas se pongan duras, hay un lugar donde no ser feliz me resultará imposible. Si lo piensan bien, eso lo es todo...


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