sábado, 14 de agosto de 2010

DISCULPAS


Que me disculpe la necesidad
si no le doy excesiva importancia
a los fondos de los que no dispongo.
Que no se enoje la felicidad
si a veces me río en su cara
cuando me embarga la tristeza.
Que me olviden esos personajes
que apenas merecen ocupar
un segundo de mi existencia.
Que me disculpe el tiempo
por todo lo que paso por alto
en mis distracciones innatas.
Que me dispense el amor
por considerarlo algo pasajero
y un poquito pretencioso.
Que me perdonen los violentos
por los sueños de mil noches
haciendo el amor y no la guerra.
Que me olviden los gobiernos
pues el poder me da grima
y soy incrédulo por naturaleza.
Que me disculpen las mayorías
porque prefiero los grupos
más reducidos y menos escuchados.
Que me exoneren en IKEA
si los árboles no me permiten
ver el bosque de sus quehaceres.
Que me entienda la Verdad
por dar respuestas elementales
a las preguntas más conspicuas.
Que la solemnidad me comprenda
cuando me río con ganas
de los absurdos de su existencia.
Que me perdonen los amigos
por no cumplir con las expectativas
y ser un pozo de contradicciones.
Que no me acuse mi alma
por la irrefutable imperfección
que perfecciono cada día.


1 comentario:

Paloma dijo...

Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas sí brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.

WISLAWA SZYMBORSKA
Premio Nobel de Literatura 1996