miércoles, 25 de agosto de 2010

CONTRADICCIONES ECONÓMICAS


Es cierto que la felicidad no la da el dinero, sino el aprender a disfrutar de la vida. También es cierto que el dinero no debería comprar algunas cuestiones esenciales en el plano individual (salud, amor o confianza) y tampoco otras en lo colectivo (tratos de favor, opiniones, poder), pero lo que no podemos negar es que es un elemento que condiciona nuestro paso por la vida.

De manera individual o colectiva, el dinero tiene el poder de abrir o cerrar puertas, permite acceder más fácilmente a algunos de nuestros sueños, pone muy difícil el poder cambiar situaciones con las que no estamos de acuerdo y corrompe ideas y actitudes.

En la política internacional interviene de forma decisiva: Se condenan los guetos donde los nazis aislaban a los judíos, se criticó el régimen de apartheid en Sudáfrica, se derribó el odiado muro de Berlín con el grito de la reunificación de un pueblo y sin medir los costes económicos que supuso. Con tales antecedentes ¿Cómo es que sigue vigente el gueto de Gaza? ¿Por qué se permite que Israel construya otro muro para aislar a la población palestina?, es más, ¿por qué la sensación es que en determinadas cuestiones sólo se toman decisiones de cara a la galería?

Bajo la bandera de la libertad la mayoría de las naciones defendió a Kuwait de la invasión iraquí, lo que a la larga desencadenó el derrocamiento de Sadam Hussein. ¿Por qué no se hizo lo mismo en Ruanda cuando la etnia tutsi masacró prácticamente al pueblo hutu? ¿Por qué no se derroco a Sadam Hussein cuando casi exterminó a la población Kurda? ¿Cómo es que se permite que algunos dictadores mueran de viejo en sus cargos mientras el pueblo sufre las consecuencias de sus delirios fascistas?

Y mientras, la ONU sigue poniendo en solfa su utilidad a la hora de resolver conflictos, permitiendo que sigan existiendo países con derecho de veto a las decisiones mayoritarias de su Consejo de Seguridad. De tal manera que se condena a ciertos gobiernos y organizaciones por sus actuaciones en contra de los derechos humanos mientras que con otros se limitan a meras advertencias sin ningún efecto en la práctica, cometan la barbaridad que cometan y aunque se pasen por el forro las más elemental de las justicias.

La humanidad ha avanzado mucho, eso es indudable. Pero también lo es la existencia de un foso cada vez más grande y profundo que la separa. Además no se avanza por igual en todos los frentes. A tal efecto, ¿cómo es qué resulta imposible erradicar ciertas enfermedades? ¿Por qué se enarbola con tanta facilidad la bandera de la paz y los presupuestos de defensa están por encima de los destinados a sanidad o educación, o se venden armas sin pudor alguno que se sabe serán utilizadas sin escrúpulos contra los más indefensos entre los desamparados de este mundo?

Ante tales preguntas y otras que tampoco resistirían un mínimo sentido común, la respuesta casi siempre será la misma: No se resuelven por el poder del dinero que tienen las personas, empresas o países contra los que empieza a ser urgente tomar decisiones tajantes para dejar de sentir vergüenza ajena.
Y a todas estas, algo que nos concierne directamente... ¿Qué hace España vendiendo armas a Israel, que son utilizadas por su ejército en la inaceptable estrategia de represión contra el pueblo palestino? ¿Lo hace para después enviar tiritas en los cargamentos de ayuda humanitaria?

Ya lo dijo el poeta más rabiosamente inclasificable de todos los tiempos: Poderoso Caballero es D. Dinero. Si mi admirado Quevedo levantara la cabeza, seguro que no quedaría ningún títere sin la suya...





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