martes, 25 de mayo de 2010

SOBRE LA VERDAD


He podido conocer a unas cuantas personas que presumen de ir por la vida con la verdad por delante, sin importar las consecuencias. No estoy tan seguro de que en realidad sea tan un valor importante, y desde luego no está entre mis prioridades. La Verdad escrita con mayúsculas está bien para la ciencia, pero en la vida hay otras cuestiones que a mis humildes entendederas se encuentran muy por encima en la escala de valores: Ayudar a mantener la ilusión, la imaginación, el deseo y la esperanza. En eso estoy absolutamente de acuerdo con Ernesto Sábato, que ya lo planteaba en su ‘Sobre héroes y tumbas’.
Meditemos por un momento en lo que es la verdad... ¿Alguien sabe definirla sin recurrir a los matices? Una verdad sólo es una parte de un todo, porque cualquier cuestión, suceso o cosa forma parte de una cadena que lo determina en cierta manera y además se moldea a la visión que cada uno está en su legítimo derecho de darle. Partiendo de esa base, las matizaciones pueden alargarse hasta hacerse interminables. Por lo tanto, las verdades son siempre parciales y en consecuencia contienen también en sus genes el virus de la mentira.
Definirlo todo hasta la exactitud es asimismo imposible, porque si la realidad es infinita, también han de serlo las partes que la conforman y los matices que la complementan. Dejar fuera uno de ellos ya sería mentir, o no decir toda la verdad que viene a ser lo mismo. Además, la realidad de los seres humanos está llena de complicaciones y contradicciones: Todos estamos sujetos a cambios a medida que pasa el tiempo, y lo que fuimos no volveremos a serlo jamás: Nadie es siempre la misma persona, ni tiene los mismos sentimientos o idénticos conocimientos siempre.
Alguien que no sabe, mañana puede saber. Y en cualquier momento podemos identificarnos con una persona que nos caía mal: Ella ha cambiado y nosotros también. La verdad que nos hacía sentir de una determinada manera era por lo tanto momentánea, y las circunstancias la habrán transformado. Si al principio del proceso nos hemos mostrado tajantes en nuestras afirmaciones, podremos producir un daño que con el tiempo acaso se demuestre injusto.
No estoy haciendo con esto una apología del engaño, muy al contrario. Pero la verdad por encima de todas las cosas puede llegar a ser tan dañina como una mentira. El reto es saber cuándo es mejor callar, porque al fin y al cabo a los demás no tiene por qué incumbirles lo que a nosotros nos pueda interesar. Y si nadie nos ha pedido nuestra opinión, a veces es mejor callarse.


5 comentarios:

Josep Vilà i Teixidó dijo...

muy de acuerdo.

Pacogor dijo...

Lo celebro, porque conozco mucha gente que está en contra...

Rita dijo...

Pues yo también estoy de acuerdo y he tenido muchos problemas por defender esa postura, no siempre debemos ni podemos decir la verdad, como tu dices tiene muchos matices y también muchas consecuencias, también hay que contar con que no todo el mundo quiere que le digan verdades
un beso

Reina dijo...

Hay verdades que duelen y así todo deben ser dichas... y hay mentiras que a ves son necesarias como el aire que se respira...
Elúnico es encontrar el punto justo y que nuestras verdades o nuestras mentiras no dañen a otros...

Ana María dijo...

Completamente de acuerdo contigo, Paco...
La verdad!! Qué es la verdad?...qué miedo me dan las verdades absolutas..., podrán funcionar como bien dices a nivel científico, pero a nivel de la vida de cada uno de nosotros, de nuestras ideologías y convicciones, de nuestras ilusiones, de nuestras ansias, sueños y pasiones..., la verdad entra en otras escalas de valores más personales e intrasferibles y se convierte en protagonista de nuestra propia historia...
Para mí, la verdad es vivir cada día el presente disfrutando del minuto que vivo...
Besosss