jueves, 6 de mayo de 2010

EL CENTAURO Y LA SIRENA


La tecnología ha avanzado tanto, que logró una manera de poner en contacto nuestros mundos. Un día apareció, joven y hermosa: Asomó de entre las tinieblas y pude contemplar un alma limpia y transparente manifestándose con timidez a través de unos ojos la mar de expresivos. No podíamos hablar, nunca he escuchado el sonido de su voz porque la única manera de conversar a través de la barrera que nos separa es mediante la escritura. Mi corazón comenzó a vibrar cuando comprobé que conocía mi idioma y supe de sus sentimientos y la extraordinaria sensibilidad que la envuelve. Pero duele también concebir lo mucho que ha podido llegar a sufrir por esa causa.
Siempre he pensado que es un raro espécimen, un ejemplar lleno de intenso romanticismo y profunda melancolía que indefectiblemente se escapa a la comprensión del resto de los seres que pueblan su mundo y el mío...
En todo este tiempo he intentado estar a la altura, aunque a veces cueste nadar contracorriente del cinismo que ha implantado sus raíces en mi ánimo con el paso de los años. He de reconocer, sin embargo, que el contacto con ella me ha ayudado a creer que todo es posible, hasta que yo pueda ser mejor de lo que pensaba.
Y si todo es posible, puede que existan los milagros, incluso ese tan extraordinario que lograría que una sirena y un centauro hallen un punto más allá de la realidad, el tiempo y el espacio, donde puedan encontrarse.
Me ha dicho que vendrá a conocerme personalmente, y yo la creo. Sólo me pide que tenga un poco de paciencia, que está en ello. Desconozco cómo piensa hacerlo, pero por si lo logra, tengo mucho trabajo por delante: Quiero crear un arrecife de coral que la proteja de cualquier tormenta y aporte la serenidad y la dulzura que las aguas de su corazón andan buscando. Aunque sea sólo por unos días, pero que valdrán por toda una vida (la mía, claro).
Así de ambicioso me he vuelto, ni yo mismo me reconozco. Pero menos sería un fracaso que no podría perdonarme. Aunque yo sólo sea un centauro y ella una sirena, me he convencido de que nada está escrito. Y en ese convencimiento está la fuerza que ahora me acompaña...

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