martes, 11 de mayo de 2010

CARTA A UN HERMANO


Puede que mis palabras
no te lleguen sanas y salvas
por los controles de seguridad
que habrán de atravesar,
los efectos de las balas
que matan a los hijos de tu pueblo
o por esos cerrojos de tristeza
que te encierran la esperanza.
De todas maneras quiero decirte
que si el carruaje del miedo
estaciona cerca de tu casa,
para apagar la paz y prender
un horizonte de ruido y metralla,
no será para siempre
aunque ya sean demasiados
los acuerdos de paz traicionados.
Por si te sirve, hermano,
aquí tienes mi abrazo,
que no sabe de traiciones
ni de realidades falseadas:
Te ruego que lo hagas extensible
a todos y cada uno
de los habitantes de Gaza,
porque aunque el frío
ahogue el vientre de los niños
en el campamento de refugiados,
a los olivos les arranquen la cosecha,
el pan no calme el hambre,
o el hambre se esconda tras la injusticia...
Aún estás vivo, y tu pueblo existe
más allá de la sentencia
y de ese mapa de la vergüenza
que te abandonó a tu suerte,
cuando otros hombres
surgidos del terror más espantoso
llegaron para imponerte el suyo,
con la ayuda inestimable
de la conciencia cómplice
que decidió hace demasiado tiempo
mirar hacia otra parte.


No hay comentarios: