martes, 13 de abril de 2010

EL 'PELIGRO AMARILLO'


Los que tenemos una cierta edad recordamos cuando hace años se desató en Occidente el miedo ante lo que se llamó despectivamente ‘el peligro amarillo’. Supongo que eran los últimos coletazos ante lo sucedido en la Guerra de Corea, sumado al apoyo implícito de China al vietcong en la más dolorosa derrota de la Capital del Imperio de Occidente en la de Vietnam...
El miedo de antes se sintetizaba en las alarmas por la emergencia de una nueva potencia militar, pero ahora las cosas han cambiado porque el gran país asiático ha apostado por la economía, algo bastante menos tangible a primera vista pero absolutamente real y efectivo. Hace poco leí una frase afortunada en un artículo del periodista Matías Vallés sobre este mismo tema, en la que decía que Confucio ha derrotado a Calvino. Y es cierto, porque mientras Occidente titubea a la hora de estimular su creatividad y adoptar reformas muy necesarias en un contexto de crisis, China impone la realidad de la demografía y el empuje de un crecimiento económico imparables.
Es curioso, pero algunos llegan a preguntarse hasta qué punto están relacionados la cuestión teológica y el crecimiento económico. Siempre se afirmado que los países donde fructificaron las reformas calvinistas aventajaron a los que siguieron bajo la tutela del Vaticano en lo relacionado con el labrado o el engorde de las fortunas, porque imponían una ética del trabajo diferente. Nadie ha discutido la ‘ética protestante’ como sostén de la aparición y desarrollo del capitalismo, aunque yo he sospechado siempre que en el derrumbe del imperio español fueron más decisivos la incompetencia de los encargados de administrarlo y la cómoda financiación que por otro lado obtuvo Inglaterra para su despegue como potencia, con el robo por los corsarios de Isabel I del oro que venía de América.
De todas maneras, eso que llaman la ética del trabajo debemos reconocer que se ha desplazado a China, donde llevan años ahorrando entre estrecheces de la población mientras Occidente derrochaba sin freno. Así que nadie puede poner en duda que el espíritu de Confucio ha estado infringiendo una derrota sin paliativos desde hace años al calvinismo bancario, pero siempre de una manera discreta y silenciosa. La diferencia es que ahora los chinos se sienten fuertes, y parece que han decidido quitarse los complejos de encima y ejercer de lo que son: La mayor potencia económica mundial porque tienen entre otras muchas cosas mil trescientos millones de razones para hacerlo.
Y así, mientras aquí perdemos el tiempo en redefinir el sistema y carecemos de una clase política y empresarial con una mínima altura de miras, que vayan más allá del enriquecimiento rápido a costa de la rapiña financiera que siempre se ha ejercido con el resto del mundo, los chinos han apostado por la liberalización económica y un férreo control político en el interior: Les ido de maravilla y se han lanzado en el exterior a sustituir a Europa y Estados Unidos a la hora de controlar las economías de numerosos países del tercer mundo con una política sutilmente diferente: Invirtiendo a cambio en su modernización. Y no han sido tontos al escoger por dónde empezar: Se quiera o no el futuro está en África porque allí está todo por hacer y los africanos no tienen razones históricas para desconfiar de China...

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