miércoles, 14 de abril de 2010

DESPEDIDA




Cuando sobrepasas la barrera de los cincuenta y fallece un amigo que también se encontraba en idéntica circunstancia, inevitablemente algo tuyo se muere. Quizás se van con él parte de tus esperanzas, en el convencimiento de que los tiempos se acortan y se vuelve tangible la renuncia explícita a hacer realidad parte de lo que fueron tus sueños un día.
Por eso me congratulo en lo más íntimo de hayas venido, de estar aquí contigo, hablando de aquellas cosas de la juventud, de cuando éramos limpios de corazón y nos quedaban tantas cosas por hacer, tantos senderos por recorrer y tantas injusticias que corregir. Sin embargo, mientras exprimo el último trago de lo que quedaba en la botella de vino, percibo que no eres real, que eres un fantasma, alguien que tan solo se ha sentado a mi lado para darme a entender que ya no existe, que el tiempo se lo llevó a otra dimensión y que esta noche estoy un poco más solo. Te lo agradezco de veras, porque no veas lo duro que se hace cumplir la promesa que te hice de no llorar tu ausencia.
El caso es que es justo ahora, en el preciso momento en que nos damos el último abrazo mientras Janis suena en el ordenador con aquél inolvidable Summertime que tantas veces nos llenó de melancolía, quizás porque el vino ha tenido el efecto contrario al que podría esperarse, cuando me cargo de lucidez y te digo adiós definitivamente... Me queda el consuelo de que un buen hombre sólo deja buenos recuerdos. Ese es tu legado, ojalá puedan decir de mí lo mismo cuando me toque. Hasta siempre compañero, la vida inevitablemente continúa...

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