miércoles, 31 de marzo de 2010

REALIDADES


Estaba seguro de que los nervios me traicionarían, yo que en cuestión de traiciones soy un especialista consumado. Pero me decidí a entrar y despejar todas las dudas. La encontré en el dormitorio, sentada en un sillón junto a la ventana con el aspecto de un perro apaleado. Me acerqué despacio para no asustarla y ella pareció mirarme entre sorprendida y curiosa...
Los cabellos, largos y grises, le cubrían gran parte de la cara. Durante un momento pensé que la idea de la muerte no es tan mala cuando a determinada edad se sopesan las alternativas. Supe que me había reconocido, de inmediato me reprochó que durante tanto tiempo la hubiese olvidado. Balbuceé una disculpa que sonó a falsa hasta a mis propios oídos...
-Sigues siendo tal y como te recordaba- dijo.
Fue un detalle por su parte, porque también yo soy ahora un espectro que vaga malviviendo sus últimos años. O tal vez la entendí mal y no se refería a mi aspecto físico, tampoco le pregunté y la duda quedó flotando en el aire de las conversaciones que no suelen llevar a ninguna parte.
Traté de precisar los años de una ausencia que comenzó en aquellas vacaciones donde conocí a la rubia que literalmente me arrastró por el pedregal de los amores con sabor a desatino. El caso es que mi memoria ya sufría de averías importantes, para las que no existen repuestos ni en los consultorios médicos, ni en las chatarras. La estancia tenía un aspecto tan desvencijado como nosotros, le pregunté si quería que cerrase la ventana y me contestó que prefería los ultrajes de la luz.
-No soy más que una llaga que nunca ha podido cicatrizar. Imagino que no hará falta explicar los porqués- Directo y a la mandíbula, aunque curiosamente no parecía decirlo con acento acusatorio. De todas formas me lo tenía de sobra merecido.
Aún no sé la razón, pero de repente sentí un ansia irrefrenable por besar aquella boca a la que había echado de menos durante tanto tiempo, y que mi cobardía impidió sentirla cerca de nuevo al impedirme volver... Hasta ese preciso momento. Me acercaba para hacerlo cuando desperté: Con la boca reseca me levanté a beber un vaso de agua. Faltaba poco para amanecer en la jodida residencia de ancianos donde me habían metido.

4 comentarios:

Rita dijo...

Tristemente es una realidad, la realidad de arrepentirnos de lo que no hemos hecho por cobardía o por un orgullo mal entendido, que triste darse cuenta que has perdido el tiempo cuando ya no hay vuelta atrás, "arrepiéntete de lo que hagas no de lo que no hayas hecho", pero siempre desoímos el consejo.
Buen relato, besitos

Pacogor dijo...

Besitos y feliz semana...

CRO dijo...

ja, ese remate final si que no me lo esperaba...
Y yo que soy tan partidaria del coraje tambien empiezo a pensar que muchas veces ser cobarde es la mejor eleccion...

Pacogor dijo...

Hay que se valiente... Pero también inteligente para utilizar esa valentía de manera positiva