jueves, 25 de marzo de 2010

NARANJAS DEL MISMO ÁRBOL


Resulta que tengo una teoría. Respiren tranquilos, pues si hasta una mente tan poco desarrollada como la del que suscribe ha conseguido crear una, aún pueden albergar esperanzas... El problema de mi teoría es que no puede demostrarse con datos científicos, lo que le restará cierta credibilidad a los ojos negativos de algunos, pero a mí me viene genial porque como no tengo ni tiempo ni dinero para aportar referencias que le den un aire de credibilidad, me limito a exponerla y que cada uno piense lo que quiera. Yo estoy muy orgulloso de mi teoría, y que quieren que les diga... Me importa un rábano si alguien más la asume o las reacciones se limitan a una de esas odiosas sonrisas de suficiencia al conocerla. Al fin y al cabo es una teoría que podríamos enmarcarla dentro de ese terreno pantanoso que se corresponde con la fe... pero algunas de ese tipo han durado siglos, y ahí siguen tan campantes, aportando réditos a los que las mantienen vivas.
Pongámonos serios. El proceso de creación ha de partir de una base. El mío lo hizo del mito de la Media Naranja, uno de los más extendidos en las cuestiones relacionadas con el amor. ¿Existe de verdad ese ser que nos complementa, que uniéndose a nosotros forma algo nuevo e indivisible? La respuesta la dejamos para otra ocasión porque, he aquí lo novedoso de mi propuesta, la teoría de la que hablamos le da una vuelta de tuerca a ese mito tan arraigado, y en lugar de adentrarse en el pedregoso terreno de la pareja, lo hace en el de la amistad.
En lugar de medias naranjas, yo hablo de naranjas de un mismo árbol. ¿Nunca se han preguntado cuál debe ser la razón de que congeniemos de manera instantánea con alguien que acabamos de conocer, y luego se cumpla punto por punto que es un ser similar a nosotros en gustos, forma de ser y opiniones? Son esas amistades que sabes que ocurra lo que ocurra durarán toda la vida (esa clase de sentimiento tiene incluso lazos más fuertes que el mismo amor).
Habrá muchas explicaciones para explicar ese misterioso fenómeno. Yo aporto una más, que todos tenemos derecho, ¿no?. Imaginemos que el mundo es una inmensa huerta llena de naranjos con raíces que llegan a los más remotos lugares y ramas que se extienden por todos los continentes: Las naranjas seríamos nosotros, los seres humanos. Cada ejemplar de árbol de esa huerta está cargado de frutos, que la mayoría de las veces ni siquiera se conocen unos a otros. A lo largo de nuestra vida, la madre común, La Tierra, nos dará una oportunidad de encontrarnos con esos frutos hermanos. Unas veces, para nuestra suerte, nos daremos cuenta y otras, por desgracia no. Digamos que en el asunto intervienen factores que pueden escapar a nuestro control...
Pero cuando acertamos, cuando entramos en contacto estrecho con otra naranja del mismo árbol, es como un milagro. Que se hagan a un lado los lazos consanguíneos, porque esa debería ser nuestra auténtica familia, la que nos complementa realmente y contribuye a realizarnos como personas. No me digan que nunca han sentido algo así, porque sería una verdadera lástima: Pasar por la vida sin conocer el amor es triste, pero sin encontrarte con los tuyos debe ser una poderosa razón para la desventura.


3 comentarios:

CRO dijo...

TE DEJO UNA GRAN SONRISA

que mas puedo decir? si coincido perfectamente...

Antoniatenea dijo...

Y se te escapa complementar esta teoría: Internet ayuda a la madre Tierra a que las naranjas del mismo árbol se encuentren con más facilidad y ese milagro que tu explicas, cuando se encuentran dos naranjas de ese mismo árbol, cuando ese aconteciomento sucede,ese lazo se produce poco a poco y mágicamente para siempre.

No sé si hacerme naranjada esta mañana!! :)))

Besos!!

Pacogor dijo...

Yo ya me he tomado la mía...