jueves, 11 de febrero de 2010

LÍMITES


Los límites marcan el terreno de juego y las reglas con las que nos relacionamos, y por eso son necesarios para que las cosas nos resulten razonablemente asumibles, dado que la perfección es imposible.
Ese razonamiento viene a pelo para definir la democracia, pues su idea está estructurada precisamente en los límites que unos poderes ejercen sobre otros, buscando el equilibrio que abra un espacio de libertad. Sin límite, el colectivo no existe como conjunto, la sociedad desaparece, y tampoco podremos ser libres. Es falsa la concepción de que lo libre consiste en hacer lo que a uno le venga en gana. Esto último sólo conduce al horror, porque el concepto abre las puertas a los que carecen de conciencia y se extendería la maldad en el mundo.
Sin límites, las dictaduras se impondrían. Las limitaciones nos protegen ante la tentación de algunos de llevar al límite de la obligatoriedad su visión de la vida o sus oscuros intereses. Ocurre también con el mercado, al que tampoco puede permitírsele hacer cualquier cosa. Capitalismo y Socialismo: Los sistemas dependen de los hombres, y la realidad es que debemos ponerle coto a nuestras tentaciones sociológicas. Ahora mismo, el verdadero peligro está en el neoliberalismo, que nos ha llevado por la pendiente del consumo sin límite hasta disparar las alarmas ecológicas y contemplar cómo un mercado globalizado en el que unos cuantos privilegiados se han saltado todas las reglas, nos ha sumido en una crisis económica colosal.
Hay líderes políticos que lanzan mensajes para establecer límites a las prácticas empresariales, que doten de mayor estabilidad financiera a la economía mundial. En cuanto a la ecología, se gastan enormes cantidades de energía en discusiones bizantinas que no parecen tener fin sobre la emisión de gases de efecto invernadero, en aras de tener un mundo más habitable. Algo habrá que hacer también para ponerle límites al socavón que separa cada vez más al occidente rico del resto.
Pero sobre todas las cosas, hay que ponerle límites a la injusticia que campa libremente a través del pasado, el presente y un más que previsible futuro del ser humano.

2 comentarios:

Ana María dijo...

Totalmente de acuerdo contigo. No olvidemos que mi libertad termina donde empieza la del otro...

Pero como desgraciadamente se olvida el respeto, la honestidad, la responsabilidad..., en aras de una mal entendida "Libertad", pues eso, que hay que ponerle a ésta límites con la razón, la ética y el sentido común.

Pacogor dijo...

Una buena trilogía esa, Ana: Razón, ética y sentido común. Otro gallo nos cantaría si se pusiera en práctica...