martes, 2 de febrero de 2010

EL ATAQUE


Era un hombrecillo pequeño, de aspecto casi insignificante. A duras penas logró encontrar un hueco entre la gente que esperaba el semáforo en verde para cruzar la calle. Finalmente lo hizo, sin que nadie reparase en él... Al llegar a la mitad abrió el puño que mantenía cerrado, y sopló sobre el polvillo blanco que llevaba en la palma de su mano... Ese fue el momento en que comenzó el ataque. Sonreía... Sabía que los miles de millones que los perros occidentales se habían gastado en sofisticados sistemas de defensa no servían para nada. Él era la demostración palpable de que la irracionalidad y el odio siempre encuentran resquicios por donde manifestarse. Y también sabía que su sacrificio significaba un nuevo triunfo, porque para ganar batallas en aquella guerra bastaba con ocasionar unos cuantos muertos. El miedo se encargaba de lo demás.

3 comentarios:

eMi dijo...

¿Tenía bigote?

Ana María dijo...

... Y cuando el hombre ya no esté guiado por el miedo,la envidia, el afán de superioridad, o el sentimiento de inferioridad, ni por la eterna devolución del ojo por ojo y diente por diente, el hombre se volverá Hombre...

Pacogor dijo...

Sobre todo cuando entienda que la diferencia enriquece...